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Torremocha acoge la concentración invernal  de avionetas más multitudinaria de su historia Torremocha acoge la concentración invernal  de avionetas más multitudinaria de su historia
La meteorología favoreció ayer la participación de un total de 65 avionetas en La Polar, una cita deportiva que siempre se celebra el último fin de semana de enero y que organiza el Aeroclub Montes Universales

Torremocha acoge la concentración invernal de avionetas más multitudinaria de su historia

La Polar, un éxito
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Cruz Aguilar

Los aficionados a los ultraligeros de todo el territorio nacional tienen el último fin de semana de enero marcado en el calendario. Es el momento en el que se celebra La Polar, una concentración de avionetas que no cambia de fecha aunque la meteorología no acompañe y que es un clásico del invierno para los aficionados a la aviación. Supone volar y mucho más, porque los participantes que así lo desean llegan disfrazados y además disfrutan de todo un fin de semana de actividades de ocio con personas de diferentes procedencias pero con su misma afición. Este año el tiempo acompaña y la ausencia de nubes en toda España ha propiciado que, con 65 avionetas, sea una de las ediciones más multitudinarias de las 17 que se han celebrado.

Desde Cádiz, Sevilla, Gerona, Castellón, Valladolid, Mallorca, Alemania o Zaragoza, entre otros lugares, llegaron un total de 65 aeronaves biplaza y todos ellos aterrizaron felices tras un vuelo “perfecto”, como lo definieron ante la ausencia de nubosidad. Algunos acudieron solo a pasar el día y a otros se sumarán hoy otros pilotos y desde la organización precisan que la previsión es rozar el centenar de operaciones de vuelo.

La Polar es una de las citas más esperadas por los amantes del ultraligero y cuenta con un público fiel, “siempre que la meteo lo permite”, recalcan los asistentes. Es la única invernal y, además, propone a sus participantes que acudan disfrazados, por lo que entre las avionetas había pingüinos y osos polares muy acordes con el título de la concentración. A ellos también se sumaron panteras rosas, un Bob Marley, monjes, escoceses o varios Bob Esponja que no llegaron a nado, sino volando.

“Son muy valientes de organizar algo así en enero”, comentaban Joan y Carlos, que llegaron desde Igualada (Barcelona). El frío no importa a la hora de volar, pero sí para el resto de las actividades y además “el día acorta mucho, no es la mejor época para irse de excursión”, aseguran.

Sin embargo, las condiciones de eran óptimas porque, como detalla Arturo Polo, responsable del aeródromo de Torremocha del Jiloca y miembro del Aeroclub Montes Universales, había visibilidad y viento en calma, sin lluvia ni nieblas, que sí son habituales durante los meses invernales. Por otro lado, había inversión térmica, por lo que mientras en el aeródromo a primera hora las temperaturas eran bajo cero, a 6.000 pies el mercurio llegaba a los 10 grados.

La característica que comparten todos los ultraligeros es que pesan 450 kilos al despegue, según explica José Artal, que es un aficionado leridano que ha sobrevolado en diferentes ocasiones la provincia de Teruel. Esos kilos se traducen en unos 300 de avión más 150 entre el piloto y el copiloto.

No todas las avionetas alcanzan la misma velocidad, que oscila entre los 120 y los 250 kilometro por hora, y depende principalmente de “la configuración del avión, los más anchos corren menos”, relata Artal. El precio es muy variado, pero los que tienen una equipación interior básica pueden costar unos 30.000 euros.

La mayor parte de los asistentes volaban con su propio avión, aunque también había algunos pilotos que alquilaron un biplaza para llegar hasta Torremocha. Fue el caso de Óscar Mateos, que cuenta con varios años de experiencia como piloto pero se desplazó desde Igualada con un avión alquilado.

Salvo que vayan a atravesar zonas aeroportuarias en grupo, estas avionetas no necesitan permisos específicos para volar, aunque sí un carné de aviación. Vuelan bastante más bajo que los aviones y por eso no se requiere contar con un plan de vuelo, que sí deben tener si salen fuera de España.

A algunos la afición a volar les ha condicionado incluso el lugar donde ubicar su segunda residencia. Es el caso de Joaquín Pardos y Ángela Jiménez, que compraron una casa en Torrelacárcel para tener cerca el aparcamiento de su ultraligero. Pardos lleva 30 años con los vuelos deportivos: “Tengo una Mobylette del aire”, dice, aunque mucho más rápida, puesto que llegar desde Torremocha a Murcia no le lleva más de dos horas, un trayecto que, de hacerlo en coche, le costaría cuatro y media.

Ocupación hotelera

Entre los participantes que volaron hasta el Jiloca había personas que regresaron a sus casas a dormir, pero hubo unas 80 que pernoctaron y llenaron “todas las casas rurales y hostales desde Monreal del Campo hasta Teruel”, según explicó Elisa Fernández, que gestiona el aeródromo del Jiloca junto a Arturo Polo.

Aunque la gran mayoría de los participantes en La Polar llegaron en avionetas, también había algún trail, que es un ultraligeros monoplaza para el que no es necesario contar con un carné, aunque sí se recomienda un curso de formación. Cruz Serrano fue uno de los que llegó en este tipo de avioneta y tardó dos horas en recorrer el trayecto que va de Madrid a Torremocha.

Entre los asistentes estaba Juan Antonio Fernández, que no quiso perderse La Polar aunque ahora no tiene avión y no le quedó otro remedio que “volar bajo” y hacer el trayecto entre Sevilla y Teruel en coche. Fernández gestiona un aeródromo en Sevilla similar al de Torremocha y a lo largo de su vida ha construido una veintena de avionetas. Ahora pilota un trail realizado con sus propias manos, pero apenas alcanza los 60 kilómetros por hora, por lo que no pudo recorrer un trayecto tan amplio.

José Artal acudió con su hijo Jordi desde Mollerusa, en Lérida, y estaban encantados tanto con el vuelo, que fue “perfecto”, con el “viento en cola”, como con el tiempo que encontraron al aterrizar en Torremocha, donde la temperatura era varios grados por encima de los 4 bajo cero con los que partieron. Ambos se quedaban a dormir en Teruel con el fin de participar en todas las actividades organizadas en La Polar 2022.

Por la tarde tuvo lugar una carrera de karts y, tras ella, una degustación de productos de Teruel a la que siguió una cena de embutido de cerdo asado en la hoguera que se prendió en el mismo aeródromo. Aunque la mayor parte pernoctaron, también hubo pilotos que regresaron ayer mismo a su casa –eso sí, antes del anochecer puesto que cuando se oculta el sol no pueden volar- y otros que llegarán hoy para disfrutar, aunque solo sea durante unas horas, de La Polar con mejor climatología de la historia de la concentración.

El vuelo deportivo en aeronaves es una afición minoritaria en España y por eso buena parte de los que la practican se conocen y son “como una gran familia”. Se ven habitualmente en las diferentes concentraciones en las que participan, pero además los que son de la misma zona quedan para hacer excursiones y almorzar o comer juntos. Eso sí, a diferencia de los moteros tienen que buscar sitios donde puedan estacionar sus naves y repostar, porque los depósitos de los ultraligeros tienen una capacidad limitada y siempre es preferible llevarlos con gasolina suficiente para volar con el viento en contra y afrontar cualquier imprevisto. “No podemos apurar, en aviación es importante contar con alternativas, por ejemplo yo nunca bajo de los 20 litros en el depósito y caben 65”, argumenta Josep Coletas, que acudió desde el aeródromo de Vilademat, en Gerona.

El Aeroclub Montes Universales, que es el que organiza La Polar, tiene más de 40 asociados de la provincia de Teruel.

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