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La cuesta La cuesta

La cuesta

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Fabiola Hernández

Acaba enero y no veo el final de la cuesta. Los consumidores de sabiduría exprés encapsulada (entre los cuales conscientemente, y digo conscientemente, no me encuentro) ya deberían estar viendo e indicándonos, por caridad, cuándo y dónde empieza el llano. Pero aquí seguimos: con los tipos de interés disparados, con los alimentos y las bebidas un 7% más caras que el año anterior y los gurús de la psicología positiva empezando a cambiar de discurso. Lo cual es muy bueno, pero nos va a costar un tiempo digerirlo. Ahora ya no todo es posible, la felicidad es una trampa y por fin, ni todo el mundo recoge lo que siembra ni mucho menos tiene lo que se merece.

Ya en 2019, los psicólogos Illouz y Cabanas en su libro Happycracia argumentan que la psicología positiva y su lucrativa industria la autoayuda “Propone que los problemas estructurales tienen soluciones individuales. Pero los trabajadores que viven en un estrés constante no lo tienen porque no gestionen bien sus emociones, es que la situación laboral es precaria, insegura y muy competitiva”.

Que se lo digan a nuestros jóvenes, que según el Consejo de la Juventud de España, necesitan el 94% de su sueldo para alquilar una casa y vivir por su cuenta. Además, un tercio de los poquísimos emancipados (un 16% de quienes tienen entre 16 y 30 años) tienen que aceptar ayuda de sus padres para pagar las facturas de la casa o la cesta de la compra. Me pregunto cuánta energía les queda para gestionar la humillación que supone no poder hacerlo por ellos mismos y la desilusión de comprobar que va para largo.

Si además tienen que oír que no trabajan porque no quieren o porque no aguantan lo que nosotros soportábamos, entonces llegan los otros problemas: los de salud mental.

Los suicidios entre menores de 30 han crecido un 8% en el último año, y ya van cinco seguidos subiendo. Entre los 15 y los 29 son la primera causa de muerte en España. No es una asociación facilona y alarmista, es una honda preocupación. Son ellos los que deberían empujarnos en último tramo de la cuesta.