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Me gusta el fútbol Me gusta el fútbol

Me gusta el fútbol

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Fabiola Hernández

Se acuerdan cuando los domingos por la tarde era la mayor de las aficiones de tantos miles, digo millones de personas (hombres). Allá por los tardíos ochenta, a mí también me gustaba el fútbol; cuando Mesa brillaba en el Sporting de Gijón y los goles en Las Gaunas nos sonaban a música celestial a quienes nunca habíamos ido al Bernabeu ni al Nou Camp. Pasó el tiempo. Los domingos ya no daban para meter tanto partido dentro ni mi inocencia para creerme que aquello era un deporte limpio en el que veintidós jóvenes se dejaban la piel en el campo con tal de que sus hinchas pudieran afrontar una semana abarrotada de problemas pensando que la vida merecía la pena. Mi afición futbolística fue mermando a medida que cumplía años.

Cuando Núñez y Sanz se hicieron famosos yo ya tenía edad para darme cuenta de que no solo me caían mal por la soberbia y la prepotencia con las que nos miraban a todos desde la tele del salón, sino porque ya intuía que esa forma desafiante de ponerse delante de una cámara, era la óptima para surfear el lodazal en el que abonaban las raíces de su poder. Aquel olor a podrido, a mí me echó de las retransmisiones de los sábados (yo nunca iba al campo), aunque he de reconocer que nadie me siguió.

Así transcurrieron los años, con la excepción del memorable verano de 2010, hasta que llegamos a 2023. Quién nos iba a decir que iba a ser un grupo de mujeres futbolistas las únicas que se atreverían a desafiar la actitud de despotismo y arrogancia con la que miran el fútbol sus propios dirigentes.

Para eso, tuvieron que ganar un mundial, denunciar una agresión que la mitad del país no considera como tal y arriesgarse a perder una carrera deportiva que han llevado a lo más alto con un esfuerzo titánico.

Ahora que por fin empieza a investigarse la corrupción sistémica de directivos y árbitros, y se cuestiona seriamente el poder establecido, ahora me vuelve a gustar el fútbol ¡Gracias campeonas!