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¡Para! ¡Para!
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Fabiola Hernández

El final de una campaña electoral, independientemente del resultado de las elecciones, me ha parecido un momento perfecto para parar y reflexionar. Hasta hace unos años, el cansancio era visto como síntoma enfermedad física, ahora, se asocia también con la mental, y deberíamos admitir (afortunadamente empezamos a hacerlo) que también es producto de afecciones sociales. Porque sí, existen enfermedades sociales. Inmersa diecisiete días (tres fines de semana incluidos) en una hiperestimulación comunicativa de manual, admito mi derrota sin paliativos: campaña electoral 10-Fabiola 0, pero me queda una reserva de energía para dar un paso atrás y analizar.

Al aluvión de información política que antes inundaba teles, radios y periódicos, hay que añadir la de los nuevos medios de comunicación, en los que el número de visualizaciones alcanza niveles inimaginables para los medios tradicionales, donde todos somos periodistas y el rigor no es el principal valor. La posibilidad de estar permanentemente conectado tiene muchos beneficios, el hecho de hacerlo, sobre todo, causa problemas. Nadie puede analizar al detalle y reflexionar concienzudamente sobre todos los estímulos que le llegan; es humanamente imposible, y por esa grieta es por donde se cuelan los tweets simplones, cuando no directamente falsos, y los vídeos de 15 segundos para explicar cuestiones extremadamente complejas con todo tipo de matices.

Para evitar caer en el agujero negro de la simplificación de los asuntos más complejos, uno de los grandes males de la sociedad actual, es imprescindible detenerse y pensar, pero nunca es buen momento. Decir que necesitas parar nunca ha estado tan mal visto como ahora, admitir que no puedes hacer varias cosas a la vez o no quieres trabajar sin descanso es aceptar que serás repudiado por la elite.  Las consecuencias:  diagnósticos de ansiedad provocados por la explotación (o debería decir autoexplotación laboral) o nuevas formas de dependencia, como las de las redes sociales; salpicados por las que causan los excesos de medicación para combatir ambos. Las sociedades son aún más lentas que los individuos admitiendo sus dolencias, pero estoy segura de que dentro de un tiempo, quienes llevamos tiempo diciendo que esta no es forma de vivir, seremos reconocidos. Con eso nos quedaremos.