Enfrascados como estábamos en la regeneración de la cúpula del fútbol español…Me he pasado, vuelvo a empezar... Empeñados como estábamos en lavarle la cara a la Federación española de fútbol, ese agujero negro en el que se puede llegar a curvar el continuo espacio tiempo si con eso los poderes fácticos que engordan dentro ganan dinero.
Mientras ese era el afán que desde el 20 de agosto ocupaba gran parte de nuestra atención futbolística, llegó el gran anuncio: España, Portugal y Marruecos organizarán el Mundial de Fútbol de 2030, el gran evento deportivo del planeta al que solo los Juegos Olímpicos hacen sombra.
La decisión de la FIFA se ha adelantado meses, eso no tiene por qué ser sospechoso ¿verdad? ni el hecho de que Uruguay, el país que celebró el primer mundial de fútbol de la historia en 1930 y que estaba dentro de la candidatura rival, haya quedado fuera con un premio de consolación.
Más sospechoso me parece que algunas voces en este país se hayan apresurado a decir que seguramente es el momento de pasar página y recuperar el prestigio del fútbol español al que tanto daño ha hecho el caso Rubiales.
¿Pasar página de qué? ¿De la corrupción que acampa en un organismo que parece blindado a las normas de la transparencia, la democracia y hasta el sentido común? ¿De la endogamia como única forma de renovación de los escasos directivos que saltan de sus sillones con el escándalo social como único disolvente efectivo? ¿Del machismo que sigue rigiendo sus actuaciones al margen de la evolución que experimenta cualquier entidad social, algunas incluso en contra de su voluntad?
Las cifras del evento futbolístico son abrumadoras: 1.430 millones de inversión pública (una cifra alejadísima de Qatar, Brasil o Rusia, que ningún experto parece creerse), más de 82.000 puestos de trabajo y una ristra de ceros inabarcable para cuantificar la repercusión reputacional, de imagen o incluso turística
¿No creen que es muy tentador para unos pocos y muy fácil para el resto permitir que el dinero pase página?