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Periodistas turolenses y de otros medios autonómicos y nacionales durante la última visita de la ministra Margatira Robles. J.E.

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Javier Lizaga

Me gusta recordar que cuando empecé en la Crónica de Teruel no había otro periodista, si así se puede llamar a alguien recién salido de la facultad, por mucho que lo diga un puñetero papel. Entrevisté, no sin arduas gestiones, al nuevo obispo y a la concejala de economía, ¿Pulitzer? No lo recordarán porque ese boletín quincenal cerró antes de salir siquiera el primer número que iba a llevar mi firma. El dueño, empresario de postín, quiso mantener el contrato, quizá por pena, pero me pareció tal afrenta tirar a la basura tantas palabras que me piré.

Majestuosamente ausente en esta noche de verano

Rodeada de hirvientes gusanos de cualquier manzana

Vigilante frente a la elegía amiga de epitafios

Soy capaz de masticar antiguos versos

Y saber en resumen que nada sirve para nada o nadie

Con estos versos sobre la futilidad de lo escrito abrió Ana María Navales el primer número de Turia (225 pesetas). Quizá esté en lo cierto, pero la poesía es más bien para mí el todo (le robo la expresión a Remedios Zafra), lo que te recuerda lo que te trajo aquí, a los trabajos que se forjan con palabras y sentido. Total, ¿para qué sirve la poesía? Sencillamente para todo, para hacerte sentir, empatizar, para curarte al mostrarte de otro modo lo que vives. Quizá solo el periodismo esté más denostado que la poesía. Más en tiempos de la escritura automática.

“La provincia de Teruel constituye, en los estudios de la antigüedad española, una de las zonas que suelen representarse prácticamente en blanco”

La frase la firman Jaime Vicente, Carmen Escriche, Ana Isabel Herce y Purificación Atrián y era el preámbulo de la Carta Arqueológica de Aragón, la primera, que publicó el IET en 1981. Siempre hemos estado fuera de la ley, ya ven. Aunque ahora los maniqueos psicólogos positivistas y los políticos que gobiernan traten de convencernos de que es cosa nuestra, que el que quiere puede, la verdad es que llevamos un siglo cagándonos en la madre de infinidad de desmanes y ni aun así. La lista os la doy otro día.

Ya veis, poesía, pensamiento crítico y amante de las palabras. Un absoluto ser en decadencia pensarán. El último periodista, ejem, que se incorporó a la redacción de la tele el verano pasado nos miraba raro cuando volvíamos con los periódicos, y con superioridad proclamaba que él se informaba en tiktok. Venga digámoslo ya, ¿para que sirven los periodistas? Pero si en las redes está todo, y si además no cuentan más que mentiras. A ver, sobre todo, en 13tv.

Ya lo siento. No va a haber ninguna IA que coja el coche y vaya para allá a contar con los masoveros cómo se sienten mientras se quema su monte, su vida. No va a haber quien vaya a hablar con las vecinas que cosen sin parar mascarillas de tela, con el vecino que se ha ido al paro después de que cierre la central donde trabajaba o con el agricultor que sabe que el seguro le dará una miseria por la cosecha que acaba de arrasar el pedrisco.

Lo que van a encontrar en las redes es lo que el algoritmo sabe que le gusta, un círculo vicioso y reducido que solo hace que cultivar sociedades cada vez más sordas hacia el otro, regodeadas de sí mismas, encerradas en su estupidez y la comercialización de la misma. Encontrarán el famoso click-bait, el típico “el pueblo con más fuentes de Aragón…”, una mierda prefabricada que habrá revisado algún becario mal pagado que dejará la profesión en dos telediarios.

Y ya les informo, que entre los propósitos de los bulos está, precisamente, minar nuestra confianza, que pensemos que no hay información confiable. Muchas veces el propio perjuicio es que enmascaren y enrunen buenas informaciones. Y también que quienes reenvian los bulos suele ser gente normal pero emocionada porque la noticia favorece lo que piensa, tanto que no se para a pensar si es creíble. Tal dimensión tiene que, según el Foro Económico Mundial, el segundo problema mundial es ya la creación de noticias falsas.

 

Libertad de prensa para ejercer la profesión desde la objetividad e independencia. EFE


“Se puede decir que la Historia de Teruel está por escribir. Confiamos, sin embargo, en que alguien echará sobre sus hombros esta tarea”.

La frase es de Alberto López Polo y apareció en 1949 en la Revista Teruel, en el mismo número iban los Estatutos del Instituto de Estudios Turolenses. Recupero la frase porque la Historia sigue por escribirse, día a día. De la falta de pediatras al último concierto de EFFE. Si en la labor del Instituto está promover la investigación, fomentar la historia y divulgar la cultura tiene mucho en común con lo que hacen los medios de comunicación de esta provincia. Más aun diría que los necesita, para que su labor llegue aún más lejos, a más vecinos.

Guardo aun los mensajes de wasap, que no guasa, de una consejera ya depuesta que me llegaban durante una rueda de prensa con lo que “debía” preguntar. He visto al mismo número de consejeros y alcaldes o alcaldesas mirarnos con desdén que después han vuelto convertidos en donnadies o disimulando para que nadie hile que están currando para la misma empresa que se llevó buenos contratos cuando gobernaba. Podría dar nombres.

Necesitamos periodismo valiente, del que pregunta, pero también del que crea, del que quiere divertir e inspirar. Admiro la labor de muchos de mis compañeros que cada día se juegan el pellejo por un sueldo, muchas veces, pírrico. Medios unipersonales, diarios locales, radios en pueblos pequeños, en comarcas donde no llegarán nunca los grandes medios, ¿cómo les va a sustituir la IA si ni salen en los mapas, si no llega ni internet? Son los que escuchan al que acaba de perder la cosecha o el trabajo, también al que acaba de ser padre y acaba de ver reabrir la escuela de su pueblo. Porque contar no es redactar, es transmitir, no es juzgar, es entender, preguntar, es antes escuchar, llegar, es saber a dónde ir, y lo que cuentan no es lo que alguien quiere oír sino el relato honesto de lo que han visto, oído y currado.

Y eso a pesar de medios cada vez más mediocres, jefes cada vez más serviles y redacciones cada vez más cobardes. Pero me gustaría desde aquí, pedirles que confíen en ellos, yo admiro a mis compañeros de los medios de Teruel y su labor. Y esa es la mejor aportación que pueden hacer los periodistas a esta provincia. Contar Teruel.