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El pulso poético de Gisela Martín  contra la enfermedad El pulso poético de Gisela Martín  contra la enfermedad
Portada de ‘Glioblastoma’, publicado por la Plataforma de Poetas por Teruel

El pulso poético de Gisela Martín contra la enfermedad

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Reseña literaria, ‘Gliobastoma. Poemas de mi enfermedad’, de Gisela Martín. Por Enrique Villagrasa.
 

La profesora Gisela Martín nació en Zaragoza (1975) aunque siempre ejerce de burbaguenera, pues ahí tiene sus raíces. En esa localidad presentará el próximo viernes, 15 de agosto, su primer poemario publicado, durante la V Jornada Poética del Jiloca, que organizan la Asociación Cultural Burbaca. Alba Vidal también presentará un libro que acaba de ver la luz, La descendencia de los árboles.

En el caso de Gisela Martín la poesía es un pulso que le echa al cáncer, a través de la tercera publicación del sello creado por la Plataforma de Poetas por Teruel: Gliobastoma. Poemas de mi enfermedad. Y es que la vida te posee hasta que se cansa de ti. Como la poesía y como la verdad y la belleza: “Me rompí aquel 10 de mayo de 2023, / cuando la noticia llegó como un rayo, / me rompí en mil pedazos / cuando dejé de ser la misma”.

La enferma se ilusiona con escribir un libro de poemas para contarnos a qué se está enfrentando: a esa enfermedad que tiene, que padece y sufre, con las armas que tiene: su palabra, su poesía. De ella nacen una treintena de poemas en verso libre y medidos, hasta con rima algunos, que de todo hay; también sonetos tiene escritos con alegría y licencias poéticas aplicadas, como si se tratase de uno de sus alumnos. Algunos poemas con versos duros y afilados como cuchillos de cocina, que atraviesan fácilmente la piel de quien lee esos mismos versos: “Sé que el cariño es un lazo cierto, / y en cada abrazo hallo el valor, / de seguir dando guerra en este desierto”.

Poemas que hay que leer y releer, con la luz del día en la complicidad de la poeta con la persona lectora: “En la sombra de un miedo que me abruma, / la enfermedad acecha, cruel y dura / mi alma lucha, aunque a veces se ría / de un futuro incierto que se consume”. No olvidar que estos poemas dan impulso y energía para continuarlos como sujetos lectores. Hay enjundia. Hay calidad. Y hay mucha belleza y más vida, también humor, ya que el dolor se supone como a la soldadesca el valor: “Las risas flotan, / como hojas al viento, / los sueños despiertan, / en un suave momento”.

Un libro, Gliobastoma, de temor y temblor, que está escrito con la paciencia y la soledad del orfebre, pero sin barroquismos ni adornos innecesarios: “El miedo acecha, la vida es un viaje, / y aunque a veces duela, mi alma se abriga, / en el amor hallamos la paz que se apaga”. Creo que la poeta Gisela Martín anhela la libertad por parte de su redentor, de su neurocirujano (con o sin síndrome de Estocolmo), y más si estás preso de un laberinto oscuro: “Necesito apoyo, un faro en la niebla, / una mano que me guíe, que me sostenga, / pues cuando el corazón se siente vacío, / es difícil encontrar el camino claro”. Estamos además ante un poemario contemplativo y meditativo a la vez, que observa la dura existencia y se funde con ella: “Cree, siempre cree, / que las palabras y las poesías / tienen el poder de cambiar el mundo, / de transformar el dolor en belleza, / de convertir el silencio en canto”.

Son poemas en los que las palabras se buscan y se rozan como pedernales, haciendo surgir una chispa iluminadora, que interpela al lector, que le toca el alma en cada verso: “Pase lo que pase, / nuestra esencia permanece intacta / como un faro en la tormenta”. Un canto de la  poeta que ama y descifra el lenguaje para después intentar la comprensión de sí misma: “La vida nos derriba, / nos lastima, / pero también nos enseña, / nos convierte en protagonistas / de nuestra propia historia”.

Se trata de un libro de gran calidad y belleza donde los textos poemáticos conviven con naturalidad con versos desnudos y contundentes, cual mantra, sobre todo en el poema Así que dime: “Déjame escuchar / las palabras de tu boca, / y en cada latido, / sentirte aún más cerca”.

La poesía de Glioblastoma es espejo de humanidad y el azul es un poderoso símbolo: “Necesito ver el mar, su canto me llama: / Verano, dulce verano, el sol me abraza”. La inspiración está en la propia vida y hasta en el bar de la esquina: “El chiringuito nos espera, el sol que no se acabe, / mi amiga y yo, risas y cervezas”.

Estos poemas son verdaderas declaraciones éticas y estéticas. En esa aproximación mayor al mundo en el que vivimos: “En el vasto lienzo de la vida, / el amor se pinta con colores vibrantes; / un abrazo que trasciende el tiempo, / una mirada que dice más que mil palabras”.

Es pues un libro, con esta treintena de poemas de la enfermedad, de alto voltaje existencial y poético, justo y necesario y que debemos y podemos leer: “La amistad, un refugio en la tormenta, / un lazo que se fortalece con cada risa, / en los reencuentros, el corazón late, / como si el tiempo nunca hubiera pasado”.

Leámoslo pues, hagámoslo nuestro y reflexionemos con sus líricas, a la vez que, certeras palabras. Gracias por escribir tamaña poesía, Gisela Martín Nagore: “Un instante es suficiente, / un minuto para que sus ojos brillen, / para que su risa resuene en el aire / y el mundo se detenga en su presencia”.