

Emilio Barrero Soto, el niño de las dos guerras que apostó por el arte frente a la adversidad
Se cumple el décimo aniversario de la muerte del ceramista cántabro, muy vinculado a TerrienteRecientemente la exposición Tierra y Arte ha mostrado la obra del ceramista cántabro Emilio Barrero Soto (Orejo Cantabria 1932-Santoña 2015). Hay aspectos en la obra de Barrero que conducen al espectador hacia una visión rotunda de la creación cerámica, pero a la vez a un mundo interior que sin duda forma parte fundamental de esa creación. El artista cántabro, de cuya muerte se cumplieron en marzo diez años, se vio abocado desde la niñez a una lucha de mera subsistencia. La muerte de su padre, soldado republicano en el frente de Vizcaya, le conduce a Bélgica con una familia de acogida en Lieja, huida de la guerra civil para encontrarse en poco tiempo en medio de la invasión nazi del territorio belga. Ello le obligó a regresar a la España del hambre y la destrucción que relata en Salpicaduras, una autobiografía todavía sin publicar.
En 1965 Emilio Barrero regresa de nuevo a Bélgica como emigrante, lo hace con la familia que ha formado junto a Mariuca, trabaja duro, pero tras esas jornadas de trabajo se entrega al aprendizaje de distintas técnicas de dibujo y pintura y entra en contacto con la cerámica que será sin duda uno de sus campos de expresión más importante.
Es precisamente en su obra inicial en Bélgica donde comienza a vislumbrarse la audacia en su forma de componer. El cántabro refleja su manera de interpretar lo que le rodea y lo que le acompaña en su mente; desde la cerámica entra en los campos de la escultura, más allá del continuo avance y experimentación técnica. Emilio Barrero logra que forma y color tengan un discurso narrativo en ocasiones pleno de dureza, pero en otras obras una mirada infantil y un hilo conductor expresionista, de trazo sencillo y limpio.

Formación y regreso
Los sesenta son una década de formación, aprendizaje y trabajo para sacar adelante una familia numerosa. Hacia el fin de la década comienza a conocerse su obra en exposiciones, llegan premios, pero se afianza una idea, la del trabajo entendido de forma intensa y experimental buscando aquello que se pretende en forma y en técnica, aunque haya que cargar el horno, se hará cuantas veces sea necesario.
Lo primero que llama la atención de Emilio Barrero como ceramista es el desarrollo de su arte en Cantabria, un territorio donde la cerámica y dentro de esta la alfarería no tienen muchos ejemplos en la historia de los oficios artísticos. En 1983 regresa con su familia y fija su residencia en Santoña. Establece su taller tras una primera ubicación en El Dueso se ubica en la ladera del monte Buciero, se convierte en un centro de irradiación de su arte, un espacio de una belleza increíble, donde conforma su espacio y donde da rienda suelta a su creatividad dentro de su idea de experimentar.
En su taller se aprecian técnicas sorprendentes alguna más propia de mediterráneo como el reflejo metálico, asombra la capacidad de Emilio Barrero en el dominio de la atmosfera reductora del horno para sacar rendimientos de alto valor. En este sentido es importante valorar como el ceramista iba conociendo y experimentando con distintos materiales, como va in crescendo su apuesta con pastas de mayor capacidad refractaria que le permiten buscar efectos con óxidos y engobes, en algunos casos ambas técnicas nos recuerdan al Barrero Soto pintor y dibujante, a veces composiciones austeras con aguadas en negro y en otras ocasiones la explosión de color, domina el torno ese oficio milenario al que tanta importancia da en su obra.

El gran mural
En la cerámica de Emilio Barrero hay un continuo avance pero sobre todo hay valentía. Sin duda son sus murales donde cronológicamente se aprecia este avance, de unas primera piezas sobre azulejo bizcochado a composiciones de modelado y juegos de color. Sin duda más mundo reflexivo, una mirada en algunos casos como sus trabajos de inspiración marinera que presentan diseños audaces y donde siguen las evocaciones expresionistas.
Y luego el gran Mural, donde el discurso del artista nos conduce por una fuerza de madurez sin ahorrarse nada. Obras con soporte de pastas de gran capacidad refractaria, que permite un amplio abanico de óxidos naturales, desde el cobre al manganeso y sobre todo el hierro con esos destellos malvas que genera la cocción reductora, se nota la mayoría de edad en los engobes y barnices, donde se complementa el estudio de lo formal con el juego de luz y sombra; en los grandes murales Emilio Barrero deja la impronta de lo que el espectador va a contemplar, de la incidencia de la luz y de cómo su mundo se ve reflejado en la figura humana, sea la fuerza del pastor cuidando su rebaño, la del agricultor con el arado o la de la gente de la mar a la que el ceramista da una interpretación de alto relieve en algunos casos, sin olvidar la complicación de despieces en un proceso como la cerámica que tiene en la delicadeza del secado uno de sus riegos más duros.
Estamos pues ante un artista relevante, un ceramista que abre brecha en una tierra donde la cerámica es inhóspita, pero sobre todo en la que hay que significar la plástica y la fuerza interior, la reflexión de espíritu que hay en cada obra. Y aunque la cerámica es probablemente donde mayor fuerza creadora irradia la mente de Emilio Barreo, no debemos pasar por alto la pintura y el dibujo, ese mundo que a través de papel y lienzo nos lleva al recorrido de su niñez, a su vida a esas Salpicaduras inéditas que tanto han tenido que ver en el Barrero artista, sin olvidad la poesía, sosiego y contemplación haciendo fértil la creatividad, en sus años finales aparecen dos libros de poemas De dentro hacia fuera en 2011 y Trabajo y camino publicado en 2013 dos años antes de su fallecimiento.
Terriente
A mitad de la década de los ochenta se instalaron en la localidad los Hermanos de San Juan de Dios, allí permanecieron hasta los primeros años de este siglo. De cómo entabló relación con esta congregación Emilio Barrero poco sabemos. Su hijo José Mari le acompañaba a muchos de los retiros que hacía en este rincón de la sierra, probablemente la necesidad de alejamiento de la cotidianeidad que relata su hijo, así como la ausencia de rencor hacia cualquier persona son uno de los elementos que más cimentó en su vida.
Probablemente desde la perspectiva de la Historia del arte estamos antes un creador de amplia valentía, de una búsqueda incansable del conocimiento técnico para su aplicación a la creatividad. De ahí que esas estancias en Terriente podemos considerarlas de alto valor en la búsqueda de estos caminos.
Su pilar
Compañera y pilar que daba consistencia al Emilio artista, Mariuca es mucho más que la mujer del artista, es la fuerza que mantiene todo aquello a lo que el artista no puede llegar porque está en proceso de creación y ese proceso es de una dureza brutal. Conocer a Mariuca es de esas cosas que uno no olvida, estar en su casa, ver junto a ella la parte más personal de la cerámica de Emilio Barrero Soto, esas piezas que son obra del artista y en mucha medida obra de su compañera, que es quien ha sido el soporte, quien sin estar en el taller también ha encendido el horno ha modelado y ha pintado. Si se analiza la obra artística de Barrero Soto, hay que analizar su fuerza espiritual su plástica el decisivo papel de Mariuca, una persona cuya sensibilidad y dulzura crea una atmosfera donde la sencillez se multiplica e irradia bienestar.
