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Joan Guerrero, fotoperiodista: “Con ocho o nueve años empecé en Tarifa  a encuadrar la vida con una caja de cerillas” Joan Guerrero, fotoperiodista: “Con ocho o nueve años empecé en Tarifa  a encuadrar la vida con una caja de cerillas”
Joan Guerrero, durante su participación en el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín, al que acudió como ponente. Josep García

Joan Guerrero, fotoperiodista: “Con ocho o nueve años empecé en Tarifa a encuadrar la vida con una caja de cerillas”

“Es una memez decir que una imagen vale más que mil palabras, algunas no valen ni un acento ”
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Cruz Aguilar
Joan Guerrero está considerado un maestro del fotoperiodismo tanto por sus coetáneos como por los que, después, han seguido su estela. Empezó encuadrando la vida con una caja de cerillas y se jubiló con una exposición homenaje en la que su humildad le llevó a nutrir la muestra con las fotografías que tomó de sus compañeros de profesión. Andaluz de nacimiento, se asentó en Cataluña y trabajó como fotógrafo en medios de tirada diaria como El Periódico de Catalunya, El Diario de Barcelona, El País o El Observador. Ahora, ya jubilado, sigue tomando fotos para causas solidarias porque su única forma de ver la vida es detrás de un objetivo. Participó hace algunas semanas en el Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín.

-¿Le llamo Joan o mejor Juan?

-Empecé a firmar con Joan porque la lengua catalana fue, entre otras muchas cosas que el franquismo se cargó, perseguida por la lengua, entonces que un tarifeño que se pusiera Joan en la fotografía era una manera de luchar.

-Estuvo en activo 50 años. ¿Ahora ya está jubilado?

-Ahora estoy trabajando con fotografías solidaria, utilizando la fotografía como una herramienta muy potente para enfrentarte a tanta gente que muere de hambre. La fotografía es un arma potente si sabes manejarla para denunciar ciertas cosas y a partir de jubilarme me dediqué a eso también.

-Ha trabajado siempre en medios de comunicación en los que la necesidad de tener la foto al momento a veces choca con estas intervenciones artísticas que presentan en Albarracín.

-(Risas) Sí. Te mandan hacer algo, está todo lleno de coches hay una luz fatal y encima está lloviendo, pero tú tienes que hacer la foto igual y ahí es donde más se aprende, en la rapidez y en la inmediatez porque la fotografía tiene que salir, eso es una escuela muy importante. Nada que ver con lo que estamos viendo en Albarracín. A mí lo que más me gustaba era el trabajo en la prensa diaria, el hecho de estar siempre corriendo.

-¿Cómo ha cambiado la fotografía desde cuando empezó usted, que el fotógrafo era el único que hacía la foto, a ahora,  que cualquiera tiene móvil?

-La fotografía se ha estandarizado. A partir de la fotografía digital hubo una revolución muy grande y en toda revolución lo que ocurre es que unos granan y otros pierden, pero las revoluciones son buenas, aunque no sabes cómo agarrarte
para no caer al vacío. Dicen que una imagen vale mis que mil palabras, pero eso es una memez, una palabra vale más, hay imágenes que no valen ni un acento, ni un punto, y hay palabras que valen todo un mundo si están bien hilvanadas... Si la imagen tiene un pie de foto, anda, y si está bien hecha, con pocas palabras, no solamente andará sino que volará. Esto no lo debería de decir un fotógrafo, pero un diario solo con imágenes no va a informar, sin ninguna palabra no informa nada. Sin embargo un diario solo con palabras y sin imágenes va a informar, es el caso de la radio, que no tiene imágenes e informa muy bien.

-Pero la imagen también tiene mucho de remover conciencias.

-Sí, pero necesita de la palabra, si no pueden quedar postales muy bonitas, pero no saber dónde están hechas ni de que tratan.

-Decía Nuria López Torres que la fotografía le ha hecho mejor persona . ¿A usted le ha hecho mejor persona?

-Sí, ya hace años que digo que la fotografía me ha dado tanto, me ha posibilitado conocer a tanta gente buena que me han enriquecido. El fotógrafo no tiene que estar siempre hablando de la fotografía, sino de la vida, del llanto, del arte, de la cultura, de la música y eso te hace mejor fotógrafo. El fotógrafo para no viciarse tendría que ser como una planta que necesita determinada luz, agua y una vitamina. La vitamina para el fotógrafo puede ser el buen cine, una revista, un libro... A partir de ahí el fotógrafo se enriquece. Hay muchas fotos por ahí que son postales y las postales no tienen ni alma ni vida ni corazón, son muy correctas, pero no tienen nada más. En cambio hay imágenes que tienen alma, vida y corazón y esas son las que valen, las que perduran.

-A usted le consideran maestro incluso los fotógrafos y periodistas de los medios de la competencia. ¿Le enorgullece?

-Los mejores premios que yo he recibido han sido esos, porque siempre he pensado yo que primero es la persona y luego el fotógrafo. Si primero es la persona y luego el fotógrafo, el fotógrafo será mejor a la larga. Si nos miramos mucho el ombligo, no podemos entrar del todo a fondo en el tema, cuando consigues que los fotografiados se sientan igual que tú te abren la puerta y el corazón y eso a la fotografía le beneficia.

-De esa idea de conectar con los fotografiados también se habló en Albarracín.

-Sí, por descontado, lo tengo muy claro, eso es fundamental.

-¿Con qué trabajo está ahora?

-Hemos puesto en marcha una asociación que se llama Cataluña miradas solidarias y hace año y medio sacamos un libro muy bien hecho, con cada ejemplar ganamos 15 euros y hemos mandado dinero a Ecuador para hacer dos escuelas y también para la guerra de Ucrania.

-¿Le hubiera gustado participar, cuando estaba empezando, en un congreso como el de Albarracín?

-Pues claro que sí, yo empecé a hacer fotografías con una caja de cerillas en la Tarifa del hambre, nací en Tarifa en 1940 y había hambre, muerte, dictadura total. Yo con mis amigos jugaba en la playa a piratas en un barco varado, pero un día dejé la espada de madera y cogí una caja de cerillas para empezar a encuadrar la vida,  tenía ocho o nueve años. Nunca fui a una escuela pero pude vivir de la fotografía y hacer proyectos. Tenía pasión por la fotografía y la pasión es lo que nos puede librar de este mundo tan competitivo. Lo digital ha hecho mucho daño, pero también ha hecho mucho bien porque antes sólo tenían cámaras los hijos de papá, ahora todo el mundo puede tener una cámara digital.

-¿Se compró su primera cámara ya en Barcelona?

-No, me la compré en Andalucía con unos ahorritos de trabajar de peón de albañil y hacer ladrillos, pero me quedé sin trabajo y para viajar a Cataluña tuve que vender esa cámara que me costó tanto trabajo comprarla. Todo eso no quiero olvidarlo, porque me siento un hombre muy afortunado, aprendí mucho de la gente de mi clase, de los excluidos, y acabe siendo una persona muy respetada en la prensa catalana.

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