

Marc Ros, vocalista, compositor y guitarrista de Sidonie: “Seguimos tocando por las ganas que tenemos de jugar y porque la gente sigue queriendo escucharnos”
El grupo barcelonés Sidonie abre este jueves el festival Aragón Sonoro en Alcañiz con un concierto muy especial en el anfiteatro de Pui PinosSidonie abre en la noche de este jueves el festival Aragón Sonoro en Alcañiz con un concierto en el emblemático anfiteatro de Pui Pinos. La banda barcelonesa, uno de los nombres más longevos y representativos del panorama indie nacional, regresa al Bajo Aragón con un espectáculo que servirá de cierre a su actual gira y como antesala de su próximo disco, Catalan Graffiti, íntegramente en catalán, su lengua materna, lo que ha supuesto toda una novedad para la música y composiciones de este grupo.
-¿Qué es Sidonie?
-Pues Sidonie nace en Barcelona, en 1997. Está formado por tres miembros: el batería Axel Pi, el bajista y cantante Jesús Senra, y yo mismo, que soy Marc Ros, cantante, compositor y guitarrista. Hemos publicado ya diez discos y llevamos más de veintisiete años de carrera, lo cual no es nada habitual en la industria musical española. Hemos tenido la suerte de tocar en todo el mundo: Latinoamérica, Estados Unidos, Europa… pero sobre todo hemos trabajado y crecido cantando en español. Y desde entonces nos dedicamos exclusivamente a la música.
-¿Cómo fue la unión como grupo? ¿Se conocían de antes?
-Fue una época preinternet, no había móviles ni nada por el estilo. Yo puse un anuncio en una tienda de instrumentos buscando un batería con influencias como Beatles, Rolling Stones, David Bowie, Syd Barrett... y Axel fue el único que me respondió. A Jesús lo conocimos en la escena musical de la ciudad, en los bares donde se juntaban músicos amantes de la psicodelia de los sesenta. Primero nos unió la música y luego llegó la amistad. Esa amistad también ha sido clave para mantener la banda durante tanto tiempo.
-¿Fueron fáciles los cominezos componinendo entre todos?
-Al principio era como un juego. No teníamos respeto por nada, nos lo tomábamos todo como una diversión, íbamos borrachos a los conciertos y fumábamos sin parar. Éramos una escuela lamentable. Pero con el tiempo te profesionalizas. Hoy valoramos estar serenos en el escenario y ofrecer algo potente a nuestro público.
-¿Se ponían de acuerdo o improvisaban?
- Creo realmente que lo que hicimos fue saber captar el espíritu de la época, lo que los alemanes llaman como tal el Zeitgeist. Quisimos hacer algo diferente, divertido, y funcionó muy bien.
-¿Cuál fue el punto de inflexión en el que se dieron cuenta de que eran reconocidos?
- Realmente no fue ningún disco, ni ninguna canción en concreto. Fue en una noche en Madrid. Íbamos a tocar en la sala El Sol y vimos una cola larguísima. Tuvimos que preguntar si era para nuestro concierto porque no lo creíamos. Ni siquiera teníamos un disco publicado, solo algo de presencia en Radio 3. Ver aquello fue epifánico, nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo que importaba a la gente.
-¿Compaginaban al principio la banda con otros trabajos?
-Sí, claro. Y fue una de las etapas más duras. Yo trabajaba en una fábrica y los viernes a mediodía nos subíamos a la furgo para irnos a tocar. A veces volvíamos el domingo o el lunes destrozados, sin dormir casi, y había que volver al trabajo como si nada. Y cuando vi que empezaba a ganar lo mismo con la banda que con el trabajo, decidí dar el salto.
- Con más de dos décadas de trayectoria, ¿cómo describiría la evolución como grupo?
-Siguen intactas las ganas de jugar, de pasarlo bien. Hemos aprendido a simplificar, tanto en lo personal como en lo artístico. La solución sencilla es muchas veces la más válida.
Antes tendíamos al barroquismo; ahora buscamos lo directo. A nivel musical, hemos pasado de los experimentos psicodélicos a algo más directo, casi con espíritu ramoniano. Y sí, sigo creyendo que una buena canción no debe durar más de tres minutos. Esa sencillez es lo que más me gusta ahora.
-¿Esa simplificación se nota más en las letras o en lo musical?
-En ambos. Mis primeras letras intentaban imitar a Antonio Machado y eran horrorosas, de verdad. Leer más me ha ayudado a simplificarlas. Musicalmente también. Antes metíamos electrónica, sitares, todo muy experimental. Ahora nos tiran más los Ramones. Aunque igual dentro de dos años estamos otra vez haciendo una sinfonía de 15 minutos. La música es así, no es algo constante.
-¿Cree que la estética ‘vintage’ de sus videoclips tiene algo que ver con esa nostalgia por otras épocas?
-Sí, claro. Nos gusta mucho el cine de los 50, 60 y 70, especialmente el italiano y el francés. Intentamos trasladar esa textura visual a los videoclips. Aunque hoy en día el videoclip lo ve menos gente, si tienes que hacerlo, hazlo bien y disfrútalo.
-¿Diría que ‘Carreteras Infinitas’ o ‘Fascinado’ son sus temas más icónicos?
-Totalmente. Hay canciones que nunca pueden faltar. Una vez no tocamos Fascinado y nos cayó una bronca monumental. Esas canciones las tocaremos siempre. Cada noche son diferentes, porque la energía del público cambia todo.
-¿No se cansan de tocarlas o de que la gente las pida?
-Nosotros no nos cansamos. Lo bonito es que nunca las sentimos repetitivas. No es sólo la canción, es la energía que se genera, las vibraciones que provoca el público y cómo esas emociones se nos devuelven en el escenario. Como decía Keith Richards, Satisfaction puede sonar siempre igual sobre el papel, pero cada noche es única. Yo no me canso de tocar Carreteras Infinitas o Fascinado, porque cada concierto tiene su propia alma y el público le da un nuevo significado a la canción. Es algo mágico.
-¿Qué supone para ustedes tocar en Alcañiz, en Aragón Sonoro Festival?
-Pues primero es especial porque estamos cerrando una gira, y segundo porque es una cita importante para la gente de aquí. Estamos contentos, sabemos que Aragón Sonoro es una cita importante para la gente de aquí, para el territorio. No es un festival cualquiera, es una iniciativa cultural que nace desde lo local, que tiene alma, y eso se nota en el ambiente.
Hemos grabado ya el próximo disco, Catalan Graffiti, que saldrá en noviembre y está íntegramente en catalán. Hay felicidad, ganas de tocar, y estamos súper rodados. Será una noche muy especial.
-¿Van a dar algún tipo de adelanto de ese disco?
-Sí, claro. Tocaremos una o dos canciones nuevas del disco, aunque con mucho cuidado. No queremos abusar ni saturar, porque sabemos que el público viene también a escuchar esos temas que ya conoce, que forman parte de su vida. Pero sí, habrá algún adelanto. Siempre hace ilusión compartir lo nuevo, ver cómo reacciona la gente.
- ¿Cuándo sale ese disco?
-El disco sale en noviembre, es por ello que también lo consideramos una forma de empezar a rodar ese material en directo y ver cómo se defiende en el escenario, en pleno centro de una ciudad.
-¿Ha sido una apuesta arriesgada grabar un disco entero en catalán?
-Sí, en cierto modo lo es, porque sabes que puede haber quien se lo salte directamente solo por el idioma, y eso pasa. Pero para mí era una necesidad artística y también humana.
Yo soy catalanoparlante desde niño, hablo en catalán con mi familia y es una lengua que siento muy mía, muy bella, antiquísima, con una sonoridad especial. Y nunca antes habíamos hecho un disco así.
-¿Cree que va a ser igual de escuchado que otras piezas suyas entonces?
-Yo siempre digo que no entiendo por qué la gente escucha música “por idioma”. Hay canciones preciosas en japonés, en árabe, en portugués… que te emocionan sin que entiendas ni una sola palabra. La música va más allá del idioma, conecta con una parte muy profunda de las personas. Aun así, entendemos que mucha gente querrá saber qué dicen esas letras, por eso vamos a traducirlas al castellano también. Porque son letras que valen la pena y queremos que todo el mundo pueda acceder a ellas.
-¿Cómo valoran la importancia de llevar la música en vivo a territorios rurales
-Es fundamental. Nunca hemos dejado de tocar en salas, sean grandes o pequeñas, en capitales o en pueblos remotos.
Porque la cultura musical de verdad, la que nace del contacto directo, de la cercanía, surge justamente ahí.
-Quizá esto es forma de llevar la cultura a todo tipo de territorios
-Nosotros siempre hemos tenido claro que donde hay espíritu de levantar cultura, ahí vamos. Si hay una comunidad que apuesta por un evento así, que lo cuida y lo levanta con cariño, merece que vayamos. Y si podemos hacerlo, si podemos pagar a nuestro equipo y mantener todo en marcha, lo hacemos encantados. Porque ahí es justamente donde empezamos nosotros, en esas salas pequeñas, en esos pueblos donde la música en directo sigue siendo un acontecimiento.
-¿Cree que ese camino por salas es lo que les ha dado la solidez de grupo que tienen ahora y que quizá otros no han logrado?
-Sin duda. Nosotros hemos dormido en salas entre colillas, copas y altavoces, literalmente. Otras veces en la furgoneta, porque no teníamos dinero ni para una pensión. Y luego un día te ves tocando delante de 40.000 personas en el Metropolitano, abriendo para los Rolling Stones, nuestros héroes.
Si no tuvieras esa base, esos años de carretera de verdad, sería muy fácil volverse loco o perder el norte. Por eso digo que esa escuela, la de empezar desde abajo, no debería perderse.
Hay grupos que empiezan ya en festivales enormes, con luces de nave espacial, y eso está bien, pero también hay que conocer lo otro. Lo que cuesta ganarte al público en una sala de cien personas.
- Por último, ¿hay buenas sensaciones para el concierto de esta noche en Pui Pinos?
-Sí, muchísimas. Mi compañero a veces dice, cuando hay alguna duda sobre la asistencia de público: “yo no he venido aquí a contar personas”. Y es verdad.
Pero claro que esperamos que venga mucha gente. Al final, cuanta más gente, más energía, más fiesta, más magia. Va a ser una gran noche, lo sentimos. Estamos en un momento muy bonito como banda y tenemos muchas ganas de compartirlo con Alcañiz.
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