Síguenos
Esas manos que nos dan de comer Esas manos que nos dan de comer
EFE/Antonio García

Esas manos que nos dan de comer

Isabel Marco
Nuestros agricultores están en pie de guerra, han tardado, pero lo han hecho. Tractores de todos los colores han salido a las carreteras con la intención de paralizar el mundo porque les están ahogando y no nos estamos enterando. Se han hartado de tanta burocracia impuesta por las normativas comunitarias mientras lidian con las dificultades que supone el crecimiento de los precios por la sequía y la guerra en Ucrania.

Sus demandas, siendo un sector que es la base de nuestra alimentación, bien podrían ser escuchadas y atendidas e intentar no hacer política con la tierra desde el sillón de un despacho de una lejana ciudad, “que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José”.

En primer lugar tienen que competir con los bajos precios de terceros países que, sin cumplir con la normativa europea, traen sus productos y los venden a muy bajo coste, precios con los que no pueden competir los agricultores europeos. Existe una incompatibilidad clara entre las políticas agrarias que ahogan en medidas a los agricultores europeos y las políticas comerciales en las que se puede vender cualquier producto aunque no cumpla con esas medidas. Lo justo sería que esos terceros países, que no son ni España ni Italia, queridos vecinos franceses, cumplan las normativas internas de la Unión Europea y con los aranceles si quieren comercializar sus productos en Europa.

Por otro lado, la Unión Europea, sigue cerrando acuerdos de libre comercio con otros países del mundo. ¿No será más fácil hacer un consumo de cercanía y evitar tanto transporte? Parece que es un baile de cambio de pareja en el que nadie baila con la suya, nadie come lo que producen sus tierras.

En España además, está el problema de la sequía que provoca que los agricultores tengan que asumir pérdidas que los seguros agrarios no llegan a cubrir, por eso también están reclamando un “presupuesto reforzado” que puedan cubrir esos daños producidos por la escasez de agua y los fenómenos atmosféricos adversos cada vez más frecuentes. Lo que se venía advirtiendo desde hace tiempo que iba a traer el cambio climático ya está aquí, y los seguros agrarios deberían actualizarse.

Las instituciones comunitarias están mirando con buenos ojos la Ley de la Cadena Agroalimentaria española, pero los agricultores españoles están pidiendo una vuelta de tuerca más para garantizar su cumplimiento, que se prohíban las prácticas desleales y que se garantice que el precio que se les paga cubre los gastos de producción. Y es que es lógico que no puedan recoger las cosechas si esto les supone asumir deudas en lugar de beneficios, por mucho que impacten las imágenes de los campos llenos de limones por los suelos.

Otra de las quejas de los agricultores es la gran cantidad de burocracia a la que tienen que enfrentarse y es que llega un momento en el que tienen que dejar de hacer su trabajo para cumplir con una tarea burocrática inmensa. Increíble pero cierto.

Después quieren que los jóvenes trabajen en el campo, ¿cómo van a querer si las condiciones son tan malas? Los mismos agricultores animan a sus hijos a formarse en otras profesiones porque el camino de la vida agrícola es insostenible.

¿Qué pasaría si nuestros agricultores no pudieran trabajar la tierra? Además de las consecuencias económicas al tener que ser país consumidor y no productor; se vería afectado el paisaje, la conservación del suelo, la ordenación de las cuencas hidrográficas, la retención de carbono y la conservación de la biodiversidad. Los agricultores y ganaderos de nuestro país no sólo son un sector económico, también cumplen un servicio vital para la sociedad. Así que tratemos de cuidar a nuestros agricultores y no mordamos las manos que nos dan de comer.