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Isabel Marco
El pasado lunes se publicaba en los medios de comunicación los resultados de unas encuestas realizadas por el CIS sobre la percepción de la igualdad en la población: el 44% de los hombres cree que se está llegando demasiado lejos con las políticas de igualdad. Estos datos me parecen preocupantes y alarmantes. No tengo las cifras de encuestas anteriores; a lo mejor estamos mejorando, o tal vez lo que está sucediendo es que, al tomar más conciencia sobre la existencia de una desigualdad, algo que hasta ahora era considerado normal, despuntan los extremos: de una parte las personas que se dan cuenta de la injusticia de que las mujeres no ocupemos el mismo lugar que los hombres y, de otra, las que opinan que las mujeres valemos menos y, por tanto, merecemos menos.

No sé cómo aquellas personas que tienen dudas no les salta en el cerebro una alarma al pensar en los Derechos Humanos que dicen que la igualdad de género es un derecho humano fundamental. Si eres de esas personas que todavía tienen dudas sobre el lugar que ocupa la mujer en la sociedad, o si eres de ese 44% de hombres que piensan que las políticas de igualdad han llegado demasiado lejos, ¿no se te aparece una bandera roja al leer esto sobre los derechos humanos? Pues estamos en un país democrático que pertenece a las Naciones Unidas y, por lo tanto, los Derechos Humanos son nuestra carta de presentación.

Lo curioso de estos datos es que el 44% de los hombres encuestados cree que se está llegando demasiado lejos con las políticas de igualdad, entonces, ¿cómo es posible que el 48% crean que las desigualdades entre hombres y mujeres siguen siendo "muy grandes o  bastante grandes?" Esa contradicción me lleva a pensar que les fastidia perder privilegios, los mismos que hacen que exista esa desigualdad. Les fastidia que ahora se vea mal dar un beso sin consentimiento a una mujer como hizo Rubiales y dicen: "¡Pobre! Desterrado por un beso". Privilegios como soltar un piropo sin que las mujeres saquemos el dedo corazón a pasear, como cuestionar la valía del trabajo sus compañeras, como dudar de si un logro o triunfo lo ha hecho una mujer en lugar de un hombre…

Siento deciros señores que tenéis que hacer un ejercicio de empatía, que no sabéis, no tenéis ni idea de lo que es ser mujer y que ayudaría mucho que algún día reflexionaseis. Recordad esos momentos en los que un amigo contó un chiste machista; dadle la vuelta y pensad que está dirigido a vosotros, que ese chiste está diciendo de vosotros que vuestro nivel de inteligencia es menor, o que vuestras capacidades y aptitudes no pueden aspirar a más que a hacer un buen maquillaje o manicura, que no podéis trabajar en nada porque tenéis que haceros cargo de los niños vosotros solos y de la comida y la limpieza de la casa... Eso tan sólo sería un primer paso, hoy no quiero entrar en el miedo a ser violadas cuando volvemos a casa de noche (recordad que en invierno la noche llega a las seis de la tarde), ni meterme en aspectos laborales, ni en el daño que hace la visión patriarcal del cuerpo de la mujer, de esos comentarios que seguramente se oyen en oficinas sobre el físico de las mujeres a la hora de escoger a una persona para un puesto de trabajo.

Señoras, señoritas, nos asustaríamos todavía más si viésemos los mensajes de WhatsApp que se mandan en los grupos de varones, esos que luego disimulan delante de nosotras; nos echaríamos las manos a la cabeza si escuchásemos las barbaridades que se pueden llegar a decir en las conversaciones varoniles. Vosotros, sí, vosotros: sabéis que es cierto.

Señores, por favor, hagan ustedes un ejercicio pensando sobre todo esto y después contesten a la encuesta.