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Ladrón de guante blanco Ladrón de guante blanco

Ladrón de guante blanco

Isabel Marco

Hoy, 3 de marzo, se cumplirán ciento setenta y siete años del nacimiento de Alexander Graham Bell en Escocia. Popularmente sabemos de él que fue el inventor del teléfono, o eso nos enseñaron siempre, pero la historia a veces se cuenta por quien más tiene y este parece ser uno de esos casos. Bell, además de inventor, fue científico y logopeda y realizó numerosas contribuciones en el desarrollo de las telecomunicaciones.

A pesar de que durante años hemos estudiado que fue el inventor del teléfono, hace ya veintidós años que no regenta ese título. Estoy segura de que muchas de las personas que hoy estáis leyendo este periódico ignorabais este dato porque es una de esas preguntas de Trivial que se responden de manera casi automática; que Alexander Graham Bell fue el inventor del teléfono, lo llevábamos grabado a fuego en nuestras mentes. Las generaciones que estudiaron con libros de texto posteriores a 2002, ni siquiera sabrán de la polémica que rodeó a este gran invento, una polémica que duró ciento veintiséis años.

Para el que no lo sepa, el verdadero inventor del teléfono fue el italiano Antonio Meucci, aunque él utilizó el término teletrófono. Su invento data de 1854 y surge ante una necesidad de contactar su oficina con la habitación de su mujer, en la planta superior de su casa, que estaba inmovilizada por reumatismo. Sin embargo, la mala economía de Meucci hizo que no pudiera patentar su invento, fue incapaz de reunir los doscientos cincuenta dólares que necesitaba; a día de hoy serían unos nueve mil o diez mil dólares. Solamente pudo hacer un aviso preliminar que le duraría un año, ese trámite lo fue renovando hasta 1873. Quiso hacer una demostración de su invento en la Western Union Telegraf Company, pero siempre le decían que no había hueco. Tras dos años de espera, se cansó y quiso llevarse todo el material pero, alguien le estaba poniendo demasiadas zancadillas, pues le dijeron que se había perdido. Casualmente, en 1876, Bell presentó la patente del teléfono; cuando Meucci se enteró pidió a un abogado que reclamara ante la oficina de patentes, pero descubrió que toda la documentación registrada por él, se había perdido.

Bell era todo un mafioso, sobornó incluso al abogado de Meucci para hacerse con la patente del teléfono. Hubo muchos años de litigios legales y juicios pero, a pesar de que Meucci había hecho entender al juez que no había duda en que él era el inventor, y de que el gobierno de los Estados Unidos acusara de fraude a Bell; este tenía poder y buenos abogados, así que esa situación se alargó hasta la muerte de Meucci en 1889, momento en el que se cierra el caso.

Si bien es cierto que Bell mejoró el invento de Meucci, el juego sucio parece que fue su mejor invento, lo que no sé es porqué no lo llegó a patentar. Resulta que también hay otra polémica con Elisha Gray que presentó una patente simplificada de una forma de transmitir el sonido por el agua. Sin embargo, esa misma mañana, el todopoderoso Bell presentó directamente la solicitud de patente a través de su abogado y, a pesar de que él no estaba presente, se la concedieron. Fue días después cuando dibujó en su cuaderno el diagrama de su invento, casualmente muy similar al patentado por Gray.

La moraleja parece ser que el que tiene dinero sale ganando; no hay nada mejor que un buen abogado.

Mientras tanto, las personas que somos más bien pobres, más nos vale ir con cuidado no vaya a ser que nos quiten la patente de cómo llegar a fin de mes o de cómo pagar la hipoteca sin morir en el intento. Aunque estoy tranquila, pues aquí en el pueblo se lleva mucho eso de compartir y para eso no necesitamos abogados.