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Niñatos Niñatos
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Isabel Marco

En muchos pueblos se van a celebrar las fiestas patronales en estos meses de verano. Se aprovecha el calorcico (o calorazo) para disfrutar de la calle, pasear, tomar algo en la terraza de algún bar, disfrutar de los conciertos al aire libre, las ferias y, cómo no, de la noche.

Lo que ocurre es que con las fiestas muchas veces se confunde la diversión con otras cosas, sobre todo cuando las hormonas no dejan pensar con claridad y más si las pocas que funcionan se han embriagado con alcohol. Supongo que todas y todos hemos llevado el pavo encima, ese que viene y se va con una determinada edad, comprendo que es de lo más normal y natural.

Lo que ya no es tan normal ni natural, sino más bien una cuestión de educación desde la niñez, es la manera en la que esas neuronas deciden emplear el tiempo libre. Puede que estén con el pavo encima y que se hayan revolucionado un poco, pero si tienes de partida unos principios claros, una educación sana y de sentido común, hay cosas que no se te pasan por la cabeza aún con pavo y cervezas.

Hoy me he acalorado (será que ya se me notan los años) por el comportamiento de unos adolescentes. La situación era la siguiente: a las 22:00 horas una cuadrilla de unos quince chavales, todos varones, de unos 17 o 18 años, salían del callejón donde están situadas las peñas en una población en fiestas de cuyo nombre no me acuerdo. Su cara delataba que estaban tramando algo, solo me han bastado unos segundos para saber que estaban haciéndole la vida imposible a alguien.

Me he esperado para ver si estaba en lo cierto mientras sujetaba la mano de mi hijo que impaciente me decía: mamá, ¿porqué estamos parados? Estos niñatos se estaban dedicando a molestar a una mujer que estaba trabajando en uno de los puestos de artículos varios que suelen montar para fiestas con peluches, juguetes, camisetas, etc. Mientras un par preguntaban entre risas nerviosas cuánto costaba un artículo que no iban a comprar, otros robaban otra cosa.

Algunos lo único que buscaban era soliviantar a la pobre mujer que, tal y como me ha dicho, después de toda la tarde así ya estaba muy harta.

Ella les ha gritado varias veces que la dejasen en paz, les ha amenazado con llamar a la policía, pero ellos entre risas crueles no paraban. Era como si supieran que nadie les iba a decir nada, de hecho en toda la tarde nadie les ha dicho nada y se comportaban con el descaro y la autoridad de un fascista burlón: humillando y molestando. Finalmente he decidido quedarme ahí.

Algunos me miraban y al verse observados por una mujer, una mujer blanca, se han dado la vuelta; otros ni se han inmutado, pensaban que como no estaban haciendo nada… podían seguir molestando sin que nadie tuviese el derecho a toserles.

A esos les he dicho que ya estaba bien y me miraban como si no fuese con ellos, queriendo disimular lo que ya no se sostenía: tenían la desfachatez de decirme que no estaban haciendo nada y de, en mis narices, girarse levemente para reírse por estar humillando a esa mujer.

Ahora preguntémonos si eso hubiera pasado si esa mujer hubiese sido española; la respuesta es que sí, con menos probabilidades, pero podría haber pasado. ¿Y si hubiese sido un hombre racializado? Las probabilidades habrían descendido un poco más, pero podría suceder.

Ahora bien, ¿y si hubiese sido un hombre blanco? La respuesta la sabemos, ¿no es cierto? La conclusión: hay mucho machismo y mucho racismo. Muchos ejecutores y muchos testigos mudos.

Otra cosa que me ha llamado la atención es que todos eran varones. ¿Habrá alguna relación con el “not all men but always a man”?