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Isabel Marco

Muchas veces se ha hablado de lo inútil que resulta expresar ambos géneros, masculino y femenino, todavía más si abrimos el melón del lenguaje inclusivo: para qué decir niños y niñas si ya está el plural genérico; ¿qué es eso de niñes?

Ante esta diatriba, la activista feminista y filóloga especialista en lenguaje inclusivo y no sexista Teresa Meana, puede ponernos en un brete cuando razona sobre ello en la entrevista para el podcast de Sindy Takanashi. Y es que existen muchos aspectos sobre el lenguaje de los que no nos hemos planteado cuál es su influencia en la sociedad, en la manera en que nos comportamos o en la forma de entender el mundo, e incluso en la forma de entendernos, como personas, a nosotras mismas y, más si cabe, si eres una mujer o una persona que huye de los imperativos binarios y heteropatriarcales en los que se nos ha educado generación tras generación.

En la entrevista, Teresa Meana, bromea sobre de dónde nos viene a las mujeres la famosa intuición femenina; según esta autora la desarrollamos gracias al lenguaje y la ejemplifica con esta anécdota que, fuera de bromas, puede hacernos pensar en este conflicto lingüístico sobre el que cada vez más se habla; quizá después de leerlo muchas personas se planteen la necesidad real de un lenguaje inclusivo.

Un inciso: para recordar lo que significa inclusivo, me remito a la RAE: Poner algo o a alguien dentro de una cosa o de un conjunto, o dentro de sus límites. Adaptado al lenguaje inclusivo, lo que se está solicitando es un lenguaje que incluya a todas las personas que lo hablan y no solo a una parte; si hay voces que lo piden es porque hay personas usuarias del mismo, que no se sienten dentro de esos límites establecidos, es decir, están excluidas.

La anécdota a la que se refiere Teresa Meana es la siguiente:

"Una niña a la que, como siempre le han llamado niña, ella cree que es niña. Cuando la maestra dijo que los niños que ya hubieran acabado el ejercicio podían salir del aula, la niña no se movió y le preguntó que por qué no salía. Como dijiste los niños...respondió la niña. La docente le explicó que cuando decía los niños, se refería a toda la clase, por lo que la pequeña empezó a pensar que, cuando habla de los niños, también se refiere a ella. Después la profesora pidió que los niños que quisieran apuntarse al fútbol levantasen la mano, y ella la levantó. La maestra le señaló que sólo se había referido a los niños varones. La alumna contestó: Ya... Pero, ¿no dijo los niños?".

Y aquí viene la explicación a la intuición femenina y es que "nos pasamos la vida adivinando por el contexto si se nos incluye o si no: "a veces eres los niños porque es genérico, pero a veces no, porque es específico y solo son los niños varones". Explicó la filóloga.

Es cierto, me gustaría saber si, cuando se habla en masculino plural, hay o no incluidas mujeres o si estoy incluida yo y, señoras, señores... resulta que el lenguaje, entre otras cosas, está para hacerlo saber y poder comunicar con precisión y no a medias tintas o solo para un sector de las personas hablantes del mismo.

Esta situación de ambigüedad lingüística a la que nos hemos tenido que enfrentar toda la vida las mujeres, nunca la han vivido los hombres, no saben lo que es ocupar un lugar provisional en el idioma; "ese niño no lo sabe, es la niña la que lo aprende"; remarca la activista feminista.

Es más, hice la prueba de hablar en femenino a un grupo de público numeroso y mixto y se me interpeló por no incluir a los hombres, a lo que contesté: ¿No es usted persona?

Si eres de ese sector que nunca se ha sentido excluido, pensarás que no es para tanto; pero, si pones un poco de empatía, tal vez llegues a la conclusión de que es un tema para estudiar.