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Son héroes. Cuando muchos de los principios básicos (el honor, el respeto, la capacidad de sacrificio, la honradez, el esfuerzo...) parecen caducos, aparece un grupo de locos (locos maravillosos, por supuesto) que son capaces de vestirse de luces cada semana y jugarse la vida en una danza bizarra (en el significado de valiente) y arcaica. Una danza mortal.

En una época en la que el común de los mortales tienen como horizonte más temprano salir de fiesta, disfrutar la vida, pasar el rato con los amigos o las parejas y poco más (no me malinterpreten, no es una crítica, yo fui uno de esos jóvenes no hace tanto), hay chicos que viven en el fino filo de la navaja en el que se puede perder la vida o ganar el vivirla como muy poca gente puede hacerlo.

Encarno este escrito al que ustedes me permiten asomarme de vez en cuando en Tomás González. Lo conocí cuando apenas era un crío corriendo los toros ensogados en su pueblo. Rezumaba afición y ha luchado para perseguir su sueño. Ahora, siendo un tío hecho y derecho, está bien encaminado en conseguirlo. Hace una veintena de días, recibió una cornada que, no les exagero, podría haber sido mortal. Trece días ha necesitado para volver a vestirse de luces. Trece días para volver a lidiar una pedazo de corrida de toros (he visto corridas más pequeñas que las novilladas que ha toreado). Y, después de matar tres novilladas, ha tenido que volver a pasar por el hospital a tratar de ponerse a punto para perseguir esta carrera. Y es que son Héroes, con mayúsculas. Por ello, por el ejemplo que suponen, hay a quién no le interesa que sobrevivan estos samuráis del siglo XIX. Porque son ejemplo de muchas de las cosas que hoy en día se están perdiendo. Son ejemplo de luchar por conseguir aquello en lo que se cree. Tomás González, y una parva de novilleros que cada semana apuestan la sangre de sus venas en un todo o nada, son el claro ejemplo de que la tauromaquia, y los valores que de ella se desprende, siguen muy vivos. Mientras un niño sueñe con ser torero, la fiesta se mantendrá viva. Mientras un joven se juegue los muslos, la tauromaquia supurará gloria.