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Alfonso del Moral, ganador del II Premio Nacional Spiritu de Arte Contemporáneo: Alfonso del Moral, ganador del II Premio Nacional Spiritu de Arte Contemporáneo:
Alfonso del Moral, el pasado viernes en el Museo de Arte Sacro

Alfonso del Moral, ganador del II Premio Nacional Spiritu de Arte Contemporáneo: "La idea ilustrada de que el progreso tecnológico nos haría libres es falsa y está en crisis"

El murciano reflexiona sobre la ambición, los falsos ídolos y el progreso con una pintura inspirada en Ícaro
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El murciano Alfonso del Moral resultó ganador del concurso de arte contemporáneo Spiritu, convocado por segundo año por el Museo de Arte Sacro de Teruel. El espacio expone hasta el 31 de enero la pieza ganadora junto a una selección de las mejores que entraron en competición.

-Su pieza ganadora forma parte de una serie más amplia, titulada ‘Caída libre’. ¿En qué consiste esa serie?
-Se trata de una serie de retablos, cada uno de ellos consagrado a un personaje diferente extraído de la mitología griega, y que compone la parte práctica de la tesis doctoral que estoy realizando. El de Ícaro corresponde al segundo capítulo, porque el primero habla de Prometeo, el titán que se alió con los dioses olímpicos durante la Titanomaquia, pero que después traicionó a Zeus robando el fuego olímpico y entregándoselo a los humanos. Ese fuego se entiende como una metáfora de la tecnología, del progreso técnico, y a Prometeo se le considera un benefactor de la humanidad por regalárnoslo. Pero eso tiene una doble vertiente: enfadado por el truco, Zeus nos castigó enviando la Caja de Pandora, que al ser abierta liberó todos los males de la humanidad. Esto resume bastante bien la narrativa de mi tesis doctoral: la Ilustración nos prometió falsamente que el progreso científico nos haría más libres, y durante siglos hemos vivimos pensando que así será. Pero eso es falso y durante el siglo XX se ha puesto especialmente de manifiesto. La tecnología y el progreso científico quizá nos brinde ciertas comodidades, pero no nos hace más libres sino todo lo contrario.

-¿En qué sentido entronca su obra sobre Ícaro, dentro de esa narrativa?
-Ícaro es el segundo capítulo de la tesis. Está representado por un gran retablo de varias piezas, que en total mide casi 8 metros por 4 metros, y se expone ahora mismo en Valencia. De hecho la obra que presenté al concurso Spiritu es una adaptación de esa obra más pequeña que realicé a propósito, porque no tenía sentido presentar el original, demasiado grande, o uno de los 17 cuadros que lo forman, que aunque tienen sentido por sí mismos no abarcan cada uno de ellos todo su significado. Ícaro utilizó la tecnología para escapar del laberinto del Minotauro, en Creta. Pero cuando estaba volando con las alas fabricadas por su padre, Dédalo, fue tan vanidoso que quiso volar muy alto, cerca del Sol, para estar cerca de los dioses. El resultado es que el calor derritió la cera que mantenía pegadas las plumas de sus alas y murió tras precipitarse. Mi retablo trae el mito a la actualidad, en el contexto de las redes sociales en las que las personas son vanidosas buscando el éxito o el reconocimiento público, que ese Sol moderno que buscó Ícaro, el ideal al que pensamos que nos acerca el progreso técnico y que, sin embargo, es causante en último término de nuestra caída.

Mitología griega

-¿Por qué hecha mano de la mitología griega precisamente?
-Lo  hago desde una perspectiva digital, porque mi tesis habla de progreso y de tecnología, pero en realidad lo hago de la identidad europea. A estas alturas de la historia del arte no podemos pretender seguir creyendo que el arte es un lenguaje universidad, porque cada cultura entiende el arte y el mito desde su punto de vida. Y yo apelo a la mitología griega porque mi punto de vista es el de la tradición europea, del que es heredera. Hablo desde una visión moderna, digital, europea y en crisis. Porque desde los años 70 la filosofía nos advierte que estamos en un cambio de etapa, en plena ruptura. La idea de que el progreso científico nos haría más libres ha entrado en crisis.

-¿Y hacia donde nos llevará?
-No lo sé, no soy teórico del arte. Pero las ideas universalizantes ya no sirven, la idea del arte abstracto como arte universal y libre se quiebra. Creo que nos alejamos de la modernidad y volvemos un poco más a lo clásico, porque de hecho sospecho que mucha gente ya se sentía muy ajena a la abstracción. En las ferias de arte veo cada vez más arte figurativo, y en las clases que doy en la Facultad de Bellas Artes como profesor asociado he comprobado que los estudiantes más jóvenes están cada vez más interesados por la figuración; una figuración, eso sí, que tiene mucho que ver con la cultura popular de internet.

-Su retablo es un trampantojo que representa una pantalla digital, de un móvil o tablet... Sin embargo decidió pintar los símbolos digitales a mano, a pesar de que pierden realismo...
-En primer lugar me gusta la paradoja que se genera al pintar una interface digital a mano. Todo el mundo la reconoce pero a todo el mundo le sorprende ver esos carácteres digitales pintados a mano. Y además por mucho que me inspire en la estética digital o que utilice fotografía para pintar, no dejo de estar pintando, y en cualquier pintura debe reconocerse el gesto, la pincelada. El hiperrealismo tiene mucho mérito, no digo que no, pero cercena la humanidad porque convierte al pintor en una simple máquina de reproducir imágenes, para lo cual ya tenemos la fotografía. La emoción que transmite la percepción del trazo del pincel forma parte del cuadro, y si la eliminamos, algo que sucede con el diseño digital, le restamos riqueza y capas de análisis. Es por eso que además de Sorolla o Velázquez, por supuesto, una de mis grandes referencias es Fortuny.

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