

Carmen Martínez Samper, artista y coordinadora de ‘La morena de la copla’: “La copla fue un instrumento del franquismo y al mismo tiempo de resistencia emocional”
Unas jornadas reunieron ayer en el Campus de Teruel a expertos e investigadores sobre mujer y el mundo ruralLa investigadora Carmen Martínez Samper, autora del libro Internas y sirvientas de la Sierra de Albarracín (1940-1975), ha coordinado la jornada La Morena de la Copla que se celebró este miércoles. Se trata de una propuesta que ha explorado el papel de la mujer en la posguerra española a través de la música popular, el arte, la literatura y el cine. Abiertas al público, se celebraron este miércoles en el salón de actos del Vicerrectorado del campus turolense de la Universidad de Zaragoza.
-Estas jornadas han sido una extensión de tu investigación sobre el éxodo rural femenino que se plasmó en un ensayo. ¿Sigue abierto el proyecto?
-Eso es. Publiqué ese libro sobre todo para que esas mujeres que habían tenido que emigrar para servir en la ciudad vieran que su voz se daba a conocer, porque soy muy mayores y algunas de ellas de hecho ya han fallecido. Pero al mismo tiempo entendí que la investigación daba para mucho más, que tenía muchas implicaciones relacionadas con la cultura popular, la música, la literatura y las artes.
-¿A qué responde el título, ‘La morena de la copla’?
-La morena de la copla era María Teresa López, una modelo que posó para el pintor Julio Romero de Torres cuando tenía 15 o 16 años. Ese cuadro se convirtió en símbolo del ideal femenino, la mujer andaluza, morena, de ojos grandes, guapa, con cierta melancolía... Aunque ser la morena de la copla le costó caro, porque todo el mundo daba por hecho que se había implicado sentimentalmente con el pintor. Y el título juega con el título de la copla La morena de mi copla, escritas en otra época pero inspirada en ese imaginario. Muchos de los autores de este género popular, como Rafael de León, eran poetas del 27, y junto a otros como Mostajo o Rodenas construyeron ese lenguaje sentimental que marcó a varias generaciones españolas.
-¿Se trata de analizar el papel de la mujer de la posguerra a partir de las coplas españolas?
-En realidad es más que eso. Cada investigador participante ha analizado un tema propio, relacionado con el contexto de la posguerra y la mujer. Y aunque no tienen que ver necesariamente con la copla, les puse el reto de que relacionaran su investigación con la letra de alguna copla, y en todos los casos lo han superado.
-¿Qué importancia tenían esas letras?
-Sirven como un documento de época donde se estereotipaba la figura femenina: las malqueridas, las adúlteras, las mujeres de moral distraída...
-Y al mismo tiempo Concha Piquer, Juanita Reina y el resto de copleras eran grandes estrellas...
-Sí, eran estrellas admiradas, pero también gitanas o mujeres que de algún modo eran marginales y las que la sociedad no terminaba de aceptar. Hay una tensión constante entre la fascinación y el rechazo.
-Una de las cosas que se comentaron es que el franquismo se apropió de la copla, pero no la inventó.
-El franquismo adoptó el modelo de mujer sumisa que en muchos casos era un simple objeto, y lo convirtió en un arquetipo nacional. Pero en realidad ese tipo de copla ya existía durante la República. Durante la guerra y la posguerra, la copla estaba en los dos bandos. Concha Piquer cantaba La bien pagá y Miguel de Molina cantaba Ojos verdes, aunque él fuera republicano y homosexual. La copla no fue patrimonio de ningún bando: fue un territorio común, aunque el régimen la usara a su manera. Y en eso la radio jugó un papel esencial, porque llevó la copla a todos los rincones y la convirtió en una especie de educación sentimental, como dice Martirio. Llegaba a los pueblos, a las fiestas, a las casas, servía también para canalizar emociones que no podían expresarse de otro modo. Muchas personas que habían vivido la guerra no podían llorar abiertamente, pero sí podían hacerlo al cantar una copla. Lo importante es que detrás de esas canciones, de esas mujeres y de esa estética hay una historia social muy compleja. La copla fue una herramienta de evasión, de dolor, de resistencia emocional. Y que, al igual que hoy el reguetón genera debate, entonces también había polémica sobre si esas letras hacían o no un favor a las mujeres. Todo depende de la mirada, del contexto y del momento histórico.
-La jornada también incluye la exposición Enraizadas, expuesta en la Escuela de Arte de Teruel. ¿En qué consiste?
-Es una muestra colectiva con obras de cinco mujeres: Remedio Clériques, Silvia Gil, Encarna Ferrer, Lucía Villarroya y Eva Fernández. Cada una aborda un aspecto diferente del universo femenino, a través de obra que ya tenían creada pero que se expone conjuntamente por primera vez.
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