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Juan Miguel Baquero periodista, autor del libro ‘El país de la desmemoria’: “La educación nos ha amaestrado en la desmemoria, nos ha inoculado esa amnesia” Juan Miguel Baquero periodista, autor del libro ‘El país de la desmemoria’: “La educación nos ha amaestrado en la desmemoria, nos ha inoculado esa amnesia”
Juan Miguel Baquero en los Pozos de Caudé este jueves con su libro

Juan Miguel Baquero periodista, autor del libro ‘El país de la desmemoria’: “La educación nos ha amaestrado en la desmemoria, nos ha inoculado esa amnesia”

“Cuando hablamos de conocer nuestro pasado estamos tratando de derechos humanos y de cultura de paz”
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El periodista y escritor Juan Miguel Baquero ha participado esta semana en las XIX Jornadas de Memoria Histórica organizadas por la Asociación Pozos de Caudé. El pasado miércoles presentó en el Museo de Teruel su libro El país de la desmemoria. Del Genocidio franquista al silencio interminable, y este jueves asistió a los actos organizados en el memorial de Los Pozos de Caudé.

-¿Por qué vivimos en un país de la desmemoria?

-Vivimos en un país de la desmemoria porque, de alguna manera, la memoria histórica que fabricó el franquismo y la dictadura no se ha perdido todavía, sigue perviviendo y de algún modo dominando el relato social. Es ese franquismo sociológico al que aluden los historiadores e investigadores que nos llega hasta el día de hoy de una manera bastante viva, además con los tiempos que corren, de auge de los discursos de odio, de este nuevo fascismo encabezado por figuras que están gobernando en medio mundo. Este contexto internacional está ayudando a que se caigan muchas caretas y a que haya mucha gente que se declare abiertamente franquista, es decir, fascista.

-¿A qué se debe eso, a que no se ha sabido desenmascarar esa falsedad histórica que construyó el franquismo?

-Claro, efectivamente. Fuera de ese contexto internacional, aquí en España tenemos un elemento más, ya que es el único país del mundo donde nunca se ha derrotado el fascismo. Eso no ocurrió en ningún otro sitio. Aquí el fascismo, como sabemos, murió en la cama, pero tuteló esa Transición que, muy lejos de ser modélica, fue una transición tutelada por los propios poderes fácticos de una dictadura. Ahí se creó un sistema en el que los hechos reales, verídicos e históricos no se conocieron y no se contaron, y se sigue igual en los institutos y las universidades, porque no se cuenta realmente qué es lo que ocurrió, sobre todo en cuanto a la represión contra la población civil. Esa desmemoria está inoculada por una dictadura que tiene una suerte de legitimidad, porque lo usó todo.

-¿Por qué la democracia no ha sido capaz de subsanar esa cuestión?

-Con la nueva etapa democrática no se rompió con ese pasado y continuamos esa senda de la desmemoria. La educación es muy importante y si tú no enseñas bien lo que ocurrió, estás condenado a repetirlo como dice el refrán. Si desconocemos algo es normal que lo veamos como algo ajeno y lejano, cuando la memoria es el hoy.

-¿Qué se hizo mal en la Transición?

-Que no hubo ninguna ruptura con la etapa anterior, fue una continuidad desde la propia Jefatura del Estado. Esa frase de Franco, del dictador, de atado y bien atado, surge en el discurso que da cuando, digamos, presenta al que va a ser su sucesor en la Jefatura del Estado, que es el rey Juan Carlos. Hubo una sucesión y tampoco hubo ruptura en las judicaturas, en las fuerzas policiales, en el ejército, y tampoco en la educación, donde hay que incidir, porque nos han amaestrado en la desmemoria, nos han inoculado esa amnesia y desconocemos lo que ocurre. Si vamos a cualquier sitio y preguntamos si hay que buscar las fosas comunes, la mayoría de la gente diría que no porque lo entiende como algo negativo, cuando la memoria es presente. Sin memoria no podríamos existir y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir.

-¿Cómo se podría contrarrestar esto para que cambiase?, porque ha pasado ya tiempo.

-Ha pasado demasiado tiempo. Los crímenes no fueron aleatorios, hubo un plan sistemático. Para romper con todo eso primero tendríamos que darnos cuenta de que cuando hablamos de memoria lo que estamos haciendo es hablar de derechos humanos y de cultura de la paz. No hablamos de rencillas ni de odio, esos discursos están en otro sitio. Los familiares de las víctimas, las personas que están en las asociaciones memorialistas, quienes nos dedicamos a este tipo de cuestiones desde la literatura o el periodismo no hacemos periodismo de guerra, no abrimos heridas, al contrario, ayudamos a sanar esa herida que es una herida íntima, porque el derecho a la memoria es algo personal, familiar e inalienable, algo a lo que deberíamos tener derecho todo el mundo. Y luego está el deber de la memoria que tienen los estados, que debería cumplirse y que España ha incumplido sistemáticamente durante casi 90 años.

-¿Hay que normalizar de una vez esta situación?

-Ya es hora de que normalicemos el hablar de esto, de lo que ocurrió y por qué ocurrió y por qué las víctimas necesitan esa verdad, justicia y reparación, que hay que hacer como una sociedad sana, democrática y adulta.

-¿Las leyes de la memoria han llegado demasiado tarde, son suficientes?

-Han llegado demasiado tarde y mal, cuando la mayoría de las víctimas primarias ya no están y han muerto, y la ley de ahora se sigue sin cumplir totalmente.

-¿Qué opina de que la ley aragonesa se haya derogado?

-Es un atraso, un paso atrás imperdonable para cualquier sociedad, porque con las leyes de memoria no se busca ningún odio ni reabrir heridas, al contrario, se busca sanar una herida. La memoria no es de izquierda ni de derecha, son derechos humanos y los derechos humanos son universales.