

Pablo Mateo Folgado, ganador del premio Ars en el certamen José Lapayese Bruna de 2025: “A menudo nuestra realidad está más en la pantalla que en el entorno que nos rodea”
“Me interesa plasmar la idea de que lienzo y pantalla son lo mismo, solo que la tecnología ha evolucionado”Certamen José Lapayese: veinticinco años apostando por el arte dentro y fuera del Jiloca
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Pablo Mateo Folgado reside en Valencia, pero tiene un gran vínculo con Fuentes Claras, de donde es su padre y donde acude habitualmente. Es el tercer año que se hace un hueco en el podio del Premio José Lapayese, al ganar por segunda vez el premio ARS, que ya logró en 2019 con Fail processing de image, y obtener el José Lapayese en 2015 con una pieza titulada Atrapados en Azul. Black Mirror es el título de la obra con la que este 2025 se ha alzado de nuevo con el ARS.
-Es un gran mérito conquistar tres veces el mismo premio, ¿no le parece?
-Sí, la verdad es que sí. Estoy muy agradecido al ganar dos veces el ARS, el primero en 2015, y una el Premio José Lapayese. Ahora, de nuevo, he tenido la fortuna de ser reconocido, es un gusto que valoren tanto mi trabajo en Monreal.
-¿El hecho de estar vinculado con el Jiloca supone una mayor alegría?
-Que le concedan a uno un premio en un lugar que siente casi como su propio pueblo es algo muy de agradecer. Tengo buen recuerdo de haber expuesto allí hace unos años y guardo un cariño especial por ellos.
-¿Influye esa conexión territorial con Teruel en su visión y en su obra plástica?
-Supongo que sí. Quizá el carácter aragonés se refleja en lo que hago. Cuando defendí mi trabajo de fin de grado un profesor me comentó que percibía en mi obra y en mi personalidad ese sello del norte, distinto al levantino. De algún modo esa influencia está ahí, aunque no siempre pueda explicarla con precisión.
-¿Se dedica profesionalmente al arte?
-Actualmente compagino varias facetas. Me dedico a la pintura, pero también trabajo en una empresa de merchandising. Además, formo parte de un equipo de pintores muralistas con el que, en ocasiones, viajamos al extranjero para realizar intervenciones de pintura religiosa en iglesias.
-¿En qué consiste esa obra religiosa en iglesias?
-Puede parecer curioso, pero se trata de proyectos de gran envergadura, muy interesantes, en los que aportamos un valor artístico a espacios que, en ocasiones, tenían una estética algo pobre. No construimos iglesias nuevas, sino que abordamos reformas arquitectónicas con un planteamiento artístico y contemporáneo.
-¿Qué pretendía transmitir con Black Mirror?
-Es una obra que pinté hace dos o tres años y que forma parte de una serie en la que llevo tiempo trabajando. Parte de un sentido metapictórico, utilizo residuos que me quedan en el taller, restos de pintura seca, para construir pequeñas maquetas que después potencio estéticamente. Se trata de dar valor a algo que, en principio, iría a la basura. A partir de ahí reflexiono sobre qué es un cuadro. En el siglo XVII un pintor definió un cuadro como manchas de pintura ordenadas sobre una superficie rectangular, y esa definición sigue siendo válida. Me interesa vincular esa idea de superficie pictórica con la de pantalla contemporánea, lienzo y pantalla, en esencia, son lo mismo, solo que la tecnología ha evolucionado. La obra también plantea cómo vivimos dentro de esas pantallas, móviles, ordenadores, tablets… A menudo nuestra realidad está más ahí que en nuestro entorno inmediato. El título Black Mirror alude directamente a esa cuestión, y una de las piezas centrales está realizada en metacrilato negro, de modo que el espectador se ve reflejado en ella como en un espejo. Además, también hace referencia a la conocida serie.
-¿Cómo va a afectar la inteligencia artificial a los artistas?
-Es una pregunta difícil. La IA no deja de ser una herramienta, como tantas otras, aunque a veces genera miedo por desconocimiento. Puede ser útil para buscar referencias, pero no conviene abusar. La velocidad y el procesamiento de datos que ofrece son enormes, pero debemos cuidar de no relegar nuestra inteligencia ni, sobre todo, nuestra creatividad. Hay que usarla como apoyo, sin dejar que haga todo el trabajo.
-Su obra ganadora está hecha a partir de materiales de desecho. ¿Cómo elige los soportes y técnicas para cada proyecto?
-Para mí la relación con los materiales es fundamental. De ahí surge la idea de trabajar con residuos, con pinturas recicladas o maquetas construidas con lo que en principio era nada. Me fijo mucho en las cualidades de cada soporte, no es lo mismo un lienzo que un papel, una madera nueva o una madera rota. Todo ello influye en cómo se percibe la obra. Al final, un cuadro no deja de ser también un objeto, no solo una imagen y los materiales participan activamente en ese lenguaje. El papel, por ejemplo, aporta intimidad y cercanía, incluso un carácter de boceto. Me interesa que se note con qué está hecho, porque cambia por completo la lectura.