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Rubén Pérez Moreno, historiador del arte y experto en el artista Eleuterio Blasco Ferrer: “No se puede hablar del exilio artístico republicano sin hacer referencia a Blasco Ferrer” Rubén Pérez Moreno, historiador del arte y experto en el artista Eleuterio Blasco Ferrer: “No se puede hablar del exilio artístico republicano sin hacer referencia a Blasco Ferrer”
Pérez Moreno y una escultura de Blasco Ferrer

Rubén Pérez Moreno, historiador del arte y experto en el artista Eleuterio Blasco Ferrer: “No se puede hablar del exilio artístico republicano sin hacer referencia a Blasco Ferrer”

“Su autobiografía está llena de omisiones, quizá evitó todo lo que él creía que podía dañar su imagen”
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Cruz Aguilar

El doctor en Historia del Arte Rubén Pérez Moreno es el autor de un estudio crítico sobre la autobiografía del escultor turolense Eleuterio Blasco Ferrer. El libro fue presentado hace unos días en Molinos, donde está el museo con numerosas obras del artista y también el documento original de esa autobiografía.

-'Hierro Candente' es el título de las memorias de Blasco Ferrer. ¿Qué tiene de particular esta autobiografía?

-Pues, en primer lugar, que autobiografías o memorias de artistas aragoneses realmente hay muy pocas, por no decir que es casi única. No tengo ahora en mente otro artista aragonés que haya narrado de primera mano su trayectoria, aunque sea de manera breve. Sí existen otros casos a nivel nacional, dentro del mundo de la cultura, pero como artista aragonés, y además uno que pasó por el exilio, esta es la única autobiografía. Es, por tanto, una fuente de información directa sobre cómo un aragonés vivió todo este periplo.

-¿Esa autobiografía aporta mucho al estudio del exilio de los artistas?

-Sí, aporta no solo el recorrido vital de un artista que pasa a Barcelona, donde empieza a abrirse camino en el mundo artístico, especialmente en los círculos vanguardistas, sino también todo el periplo de la frontera franco-española. Habla del paso a Francia, de los campos de concentración, los años de la ocupación nazi… Él vive todas estas circunstancias y nunca deja de crear. Nos narra cómo, incluso en esas situaciones tan duras, continúa dibujando o esculpiendo. Por ejemplo, en los campos de concentración dibujaba obras que luego transformaría en lienzos o esculturas. Incluso en 1942, pese a las dificultades extremas para conseguir materiales, expuso diez esculturas y casi una veintena de lienzos.

-También menciona su relación con Picasso, ¿no?

-Sí. Conoció a Picasso, quien, junto con otros artistas, ayudó a muchos republicanos españoles. Picasso actuaba como una especie de guía, de faro, que les apoyaba comprando obras o poniéndolos en contacto con compradores que les permitieran subsistir.

-¿Blasco Ferrer era un creador nato?

-Sin duda. Él mismo cuenta que desde muy joven tenía un fuerte afán creativo. Sus primeras obras eran consideradas atrevidas, incluso salvajes. No podemos rastrear en detalle sus primeros años, pero sí sabemos que desde su etapa en Barcelona su actividad creativa fue muy intensa. Tenía una auténtica obsesión por alcanzar el éxito. Su producción fue enorme, no solo en escultura, sino también en pintura y dibujo, al que siempre otorgó gran importancia.

-En la autobiografía hay numerosas omisiones. ¿A qué cree que se deben?

-Es muy llamativo. En cierto modo, hay más omisiones que certezas. Blasco Ferrer quería ser, por encima de todo, un artista reconocido. Y en esa construcción de su imagen dejó de lado muchos elementos de su pasado: su relación con asociaciones obreras, los ateneos libertarios, el Centro Aragonés de Barcelona, que fue una institución clave durante la Segunda República. También omite la Guerra Civil, su encarcelamiento durante la ocupación nazi… Quizá temía que todo eso pudiera dañar su imagen en París. Incluso llegó a colaborar con la Falange española al participar en dos exposiciones financiadas por autoridades colaboracionistas francesas. Pero eso también lo omite, como hacen muchos otros artistas. Quiso proyectar una imagen basada en la dureza de su infancia, el exilio, la miseria… Todo aquello que justificara una obra profundamente humana, emotiva, pero sin entrar en cuestiones ideológicas. Ahí hay muchas contradicciones.

-¿Y cómo surge este estudio suyo que acompaña a la autobiografía?

-Fue una propuesta de Rolde de Estudios Aragoneses. Hace un par de años, me pidieron un artículo para seguir difundiendo la figura de Blasco Ferrer con algunas actualizaciones y también editar sus memorias con un estudio crítico. Me pareció una gran idea. Aunque se demoró un poco, finalmente se publicó la autobiografía íntegra y un amplio análisis, incidiendo en las omisiones y contrastando los datos con la realidad. También colaboraron la comarca del Maestrazgo y los ayuntamientos de Molinos y Foz Calanda.

-Blasco Ferrer fue durante mucho tiempo un artista desconocido. ¿Esto ha cambiado?

-Por completo. Cuando comencé a estudiar su figura, recién terminada la universidad, a principios de este siglo, no había nada sobre él. Era un completo olvidado. Mi tesis doctoral, artículos, y la propia renovación del Museo de Molinos ayudaron a sacarlo del olvido.

-¿Qué papel ha jugado el Museo de Molinos en la recuperación de su figura?

-Un papel clave. Desde 2007, se mejoraron las instalaciones, se organizó el discurso expositivo, se inventarió la documentación, y la Diputación de Teruel fue adquiriendo obras. Hoy hay exposiciones temporales que permiten mostrar sus dibujos y ampliar el conocimiento sobre su figura. Ya no se puede hablar del exilio español sin mencionar a Blasco Ferrer. Es una figura imprescindible para entender el exilio artístico republicano. Su obra ha estado en exposiciones importantes, como la del aniversario del exilio del 39, en el Museo Pablo Gargallo.

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