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Víctor Guiu

El funcionamiento político es tan simple como preciso: ¿me beneficia para gobernar? Todavía hay alguien que se lo pregunta. Requiere de una sociedad algo bipolar, sin medicar. Así, tu opinión formada y argumentada tiene menos enjundia que el discurso de un diputado de Teruel en el Congreso. Tomemos el ejemplo de la amnistía. Te pedirán un sí o un no. Algo sencillo mientras no te llames Herminio. Los ejércitos del argumentario partidista montarán los andamios. Sacarán así a relucir, los que alguna vez gobernaron, lo castos que son en la oposición. Y viceversa.

Al profano ciudadano formado y crítico (cada día menos) le pedirán afirmación o negación. Alguien se informará e intentará argumentar. Pero ya llega tarde. El ejército que bebe del argumentario partidista no dejará opción. Si dices que sí como si dices que no. Serás esto o lo otro. En el mejor de los casos te llamarán equidistante por no llamarte cabrón. Porque no hay grises ni discusión.

Podemos tomar cualquier otro tema, como los indultos, con los cuales no estoy de acuerdo. Y a nadie se le caerá la cara de vergüenza. Lo que se hizo hace una legislatura, en política, no tiene memoria. El mismo ciudadano que exige o exigía encabezará la defensa del que cree suyo y se ciscará en su palabra porque es cuestión de sí o de no. Porque puedes estar en contra, por ejemplo, de amnistías e indultos de muchos ciudadanos (pecadores de la pradera) de las últimas décadas y, a la vez, no comulgar ahora con manifestaciones o partidos que la promuevan o promovieron. O que organicen mítines y marchas que no quieres beneficiar.

Amnistiar es olvidar lo que unos quieren si les interesa. Como les interesó a otros tantos indultar, que es algo así como perdonar sin olvidar. A mí con estas cosas se me va ya la cabeza. En la Constitución no hay tantas certezas. En resumidas cuentas, lo de toda la vida: aquí paz y después gloria para los de siempre. Si me interesa, claro. Si me equivoco, tengan consideración y se olviden de lo leído. Amnistía “for me”.