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De Auschwitz De Auschwitz
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Víctor Guiu

Hablamos de vez en cuando en un grupo de poetas sobre lo divino y lo humano. El grupo lo formamos Enrique Cebrián, que en su tiempo libre es profesor de Derecho Constitucional y navegante; Juan Luis Saldaña, artista y gestor poliédrico (si no digo en una columna poliédrico me muero) y un servidor. Revolvía en una librería algunos títulos y novelas históricas y se me llevaban los demonios con la multitud de títulos que tenían en común el apellido “de Auschwitz”. E íbamos comentando.

La retahíla de autores que le meten “de Auschwitz” a sus novelas es infinita. La fórmula del éxito. Como hacer churros. Me imagino al señor que hace todas las novelas del mundo en su casa, fumándose un “piti”, recogiendo los miles de originales que le llenan la mesa del escritorio y diciendo, con un gesto entre interesante e interesado: “a  este libro hay que meterle de Auschwitz aunque se me acabe la vida ahora mismo”.

Intenten pensar en cualquier profesión habida o por haber. O en alguna disciplina académica. O piensen en cualquier cosa. Pongamos unos ejemplos: panadero, violinista, modista, bailarina, cocinero, camarero, físico, historiador, sacerdote… Podríamos incluir cualquier palabra, por rara que nos parezca.

Ahora bien. Lean lo que hayan puesto en su lista con el apellido estrella del momento. Así pues, no es lo mismo decir Las modistas que decir Las modistas de Auschwitz. Una bailarina puede ser una profesión artística con miles de matices para poder escribir una historia, pero no me nieguen la fuerza que puede tener La bailarina de Auschwitz. Si eres escritor y has escrito algún libro “de Auschwitz” y encima lo has petado, podrás poner que presentas el libro X “del autor de El tatuador de Auschwitz”.

Siempre habrá rizos que ricen la historia. Así me encontré ante la novela titulada La chica que jugaba al ajedrez en Auschwitz. Al loro. Somos navegantes en una esfera que busca el interés, el negocio. Denigramos cualquier cosa de tanto usarla. No puedo llegar a pensar que una de las mayores atrocidades de la humanidad, no tan lejana, haya llegado a ser marca. Independientemente de la calidad de las obras, la vulgaridad está a un solo paso. Qué penica me da todo.