No es la primera vez que hablo de los de mantenimiento. Aquellos paisanos que, pasado el verano, quedan guardando el pueblo hasta otro día de guardar. En estos tiempos individualistas y absurdos que vivimos, hemos cedido a la intemperie ideológica de buscar fiesta tras fiesta y no recrearnos en el día a día, en la belleza del descanso, en la insípida y magnífica obra de la pereza y la rutina.
Porque es muy injusto hablar así de los que están todo el año. Porque eso es lo mismo que decir que solo importa lo anecdótico. Muchos creen que tras el paso de los agosteros todo acaba, pero no es así. Los que tenemos dos pueblos sabemos lo que supone ser agostero en uno y de mantenimiento en otro. En mis veranos en Noviercas se repite la misma escena que en miles de pueblos de la España rural, mal llamada vacía o vaciada, como si todos fuésemos simples peones de dioses superiores. Aquí nos iremos los agosteros para ocupar otros puestos. Deseando que vuelvan los días que pasamos al calor de una cerveza. Pero la vida sigue. La gente vive, ama y trabaja en el lugar que otros ocupan en sus días festivos.
El albañil, el David, la Sara y el Juli se tomarán el café con el Paco y con la Coni. El Teleclub permanecerá abierto para unos cuantos cafés. Pero habrá días de tertulia con el Miguel, la Montse o el Armando. Vendrá el médico un día a la semana pero siempre estará la farmacia de la Ana a nuestra disposición. Las chicas de la tienda abrirán unas horas. Hablarán del tiempo y de las últimas noticias. El Félix saldrá después de trabajar para tomarse una Mahou. De vez en cuando pasará el Raulillo a dar vuelta, y casi diariamente contaremos con los que viven entre Soria y su pueblo: el Luis, la Belén, la Marisol o el José Ignacio. Cuando empiece la veda siempre hay algo de jaleo los domingos. El Noti y la Jóse seguirán con su granja. Igual que el Jorge con sus vacas. Y el Manu volverá a Alcañiz cuando acabe lo del retén. El alguacil dará vuelta por las cosas de diario. Me olvido de muchos, de tantos. Pero entre esos intervalos donde la vida sigue, justo es reconocer la labor del que guarda todo para que nosotros nos encontremos siempre en su sitio el pueblo que amamos.
Porque es muy injusto hablar así de los que están todo el año. Porque eso es lo mismo que decir que solo importa lo anecdótico. Muchos creen que tras el paso de los agosteros todo acaba, pero no es así. Los que tenemos dos pueblos sabemos lo que supone ser agostero en uno y de mantenimiento en otro. En mis veranos en Noviercas se repite la misma escena que en miles de pueblos de la España rural, mal llamada vacía o vaciada, como si todos fuésemos simples peones de dioses superiores. Aquí nos iremos los agosteros para ocupar otros puestos. Deseando que vuelvan los días que pasamos al calor de una cerveza. Pero la vida sigue. La gente vive, ama y trabaja en el lugar que otros ocupan en sus días festivos.
El albañil, el David, la Sara y el Juli se tomarán el café con el Paco y con la Coni. El Teleclub permanecerá abierto para unos cuantos cafés. Pero habrá días de tertulia con el Miguel, la Montse o el Armando. Vendrá el médico un día a la semana pero siempre estará la farmacia de la Ana a nuestra disposición. Las chicas de la tienda abrirán unas horas. Hablarán del tiempo y de las últimas noticias. El Félix saldrá después de trabajar para tomarse una Mahou. De vez en cuando pasará el Raulillo a dar vuelta, y casi diariamente contaremos con los que viven entre Soria y su pueblo: el Luis, la Belén, la Marisol o el José Ignacio. Cuando empiece la veda siempre hay algo de jaleo los domingos. El Noti y la Jóse seguirán con su granja. Igual que el Jorge con sus vacas. Y el Manu volverá a Alcañiz cuando acabe lo del retén. El alguacil dará vuelta por las cosas de diario. Me olvido de muchos, de tantos. Pero entre esos intervalos donde la vida sigue, justo es reconocer la labor del que guarda todo para que nosotros nos encontremos siempre en su sitio el pueblo que amamos.