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Astérix, Obélix… y Vercingétorix Astérix, Obélix… y Vercingétorix

Astérix, Obélix… y Vercingétorix

Javier Sanz
-Toda la Galia está ocupada por los romanos… ¿Toda? ¡No!
- Una aldea poblada por irreductibles galos resiste todavía al invasor.


Así comenzaban las aventuras de Astérix y Obélix aquellos irreductibles galos… de ficción. En esta ocasión vamos a hablar del tercer galo, este real, en discordia: Vercingétorix, uno de los malos más vilipendiados de sus tiempos, quizá porque lo poco que sabemos realmente de él procede de su adversario más enconado, Cayo Julio César, cuyos Comentarios sobre la Guerra de las Galias sirvieron de base a los posteriores historiadores clásicos.

¿Quién fue en verdad Vercingétorix? Empecemos por desgranar su nombre. Primero, según revela la numismática, no fue el único en llamarse así entre los pueblos que habitaban la actual Francia. Era arverno, un pueblo galo ubicado en entre las cuencas del Loira y el Rhône. Sabemos de su nombre exacto por César, que se refiere a él como VERCINGETORISX. En lengua céltica, “ver-“ correspondería a un superlativo, “cingeto” significaba guerrero y “–risx” caudillo o rey. Así pues, una traducción libre podría ser “el gran rey de los guerreros”. La imagen que tenemos de él también procede de los textos de César, describiéndolo como hombre osado, corpulento, de larga cabellera y poblado bigote. Probablemente nació en Gergovia u otra ciudad arverna sobre el 80 a.C. Su padre fue Celtilo, uno de los jefes tribales más influyentes de los clanes arvernos, que fue eliminado por sus paisanos por disputas internas. Esto sucedió en el 58 a.C., el mismo año en el que César, haciendo caso omiso de las indicaciones del Senado, se embarcó en su aventura personal en las Galias. Resumiendo mucho, Vercingétorix entró como auxiliar y colaborador directo suyo cuando César se enfrentó a los germanos de Ariovisto y a otras tribus belgas hostiles en el Rin, pero la desmedida avaricia romana acabó sublevando media Galia. Una legión entera fue masacrada por los eburones. Tamaña matanza desencadenó que entre César y su legado Tito Accio Labieno sofocasen la revuelta con extrema crueldad. Aquella represalia hizo que Vercingétoix y muchos más como él, se replanteasen sus lealtades. Dos sucesos desencadenaron la revuelta definitiva. Por un lado, César se mudó temporalmente a la Galia Cisalpina en el 53 a.C., mientras que, en el otro extremo del mundo conocido, Marco Licinio Craso y 20.000 de sus hombres fueron masacrados a manos de jinetes partos de Surena en uno de los episodios de imprudencia y soberbia más lamentables de la historia del ejército romano. La evidencia de una derrota de las temibles legiones animó a las tribus galas a liberarse del yugo romano. Así lo dejó escrito César en sus comentarios:

Vercingétorix, hijo de Celtillos, arverno, hombre joven que estaba entre los más poderosos de su país, cuyo padre se había convertido en el mayor príncipe de toda la Galia, y que fue muerto por sus compatriotas porque aspiraba a la realeza, convocó a sus clientes y los amotinó fácilmente
Durante todo el 52 a.C., las doce legiones de César y los galos reunidos alrededor de su nuevo gran jefe se disputaron plazas estratégicas con resultados dispares. Vercingétorix conocía muy bien las técnicas romanas y su dependencia total de los suministros, por lo que empleó una táctica de “tierra quemada” evitando que las legiones subsistieran forrajeando en terreno hostil. La guerra llevó a ambos bandos ante un importante lugar elevado marcado a pasar a la Historia: Alesia.

Vercingétorix reunió intramuros cerca de 80.000 hombres, enviando emisarios por toda la Galia para reclutar un ejército de socorro que envolviese a César y sus 50.000 efectivos. Cayo Julio César, de temperamento impasible y frío como el hielo, determinó desempolvar las técnicas de asedio de Escipión Emiliano en Numancia y cercar Alesia con un doble muro que evitase a los sitiados salir y a los refuerzos entrar. Un ejército de 250.000 galos sitió días después a los romanos, complicando mucho la intendencia de las legiones. El sitiador sitiado. Cuarenta días después del inicio del asedio, tan famélicos galos como romanos, los refuerzos galos lanzaron un ataque contra las defensas de César que provocó una matanza inaudita en tierras galas. Después de una lucha encarnizada en la que los indígenas llevaron las de perder, Vercingétorix accedió a parlamentar con César y ofrecerle un trato. Su vida por las 53.000 que había encerradas y hambrientas en Alesia. César aceptó y Vercingétorix se rindió.

El gran jefe de los guerreros galos fue conducido a Roma para desfilar cargado de cadenas durante el triunfo que el Senado le concedió a César en septiembre del 46 a.C. por sus victorias en la Grecia, África y las Galias. Vercingétorix murió estrangulado en público al final del acto.