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¿Cómo terminó la mujer más condecorada  de la historia? ¿Cómo terminó la mujer más condecorada  de la historia?
La serbia Milunka Savic, con el uniforme con el que luchó en el frente

¿Cómo terminó la mujer más condecorada de la historia?

Javier Sanz

La serbia Milunka Savic, que así se llama nuestra protagonista, luchó en las guerras de los Balcanes y en la Primera Guerra Mundial, fue herida en nueve ocasiones y, de resultas de todo esto, se convirtió en la mujer más condecorada en la historia de la guerra. ¿Sabéis cómo terminó? Pues como señora de la limpieza en un banco... y gracias.

Milunka nació en el pueblo de Koprivnica (Serbia) en 1889. Nada más se sabe de ella hasta 1913, cuando su hermano fue llamado a filas para luchar contra Bulgaria en la Segunda Guerra Balcánica. Era su hermano menor y no iba a permitir que tuviese que vivir la terrible experiencia de participar en una guerra. Así que, decidió ocupar su lugar. Se cortó el pelo, se vistió con ropa de hombre y se presentó con el nombre de su hermano. A las pocas semanas de su alistamiento, y sin apenas haberle dado tiempo a pensar dónde se había metido, entró en combate en la batalla de Bregalnica (actual Macedonia), donde recibió su primera medalla al valor y su primera herida de guerra. Hubo que trasladarla a un hospital y, lógicamente, se descubrió que era una mujer. Informado su oficial, decidió perdonarla y no procesarla por el valor mostrado en el campo de batalla, pero por el engaño de hacerse pasar por su hermano no le iba a permitir seguir luchando y le ofreció un puesto de enfermera. Milunka insistió en que sólo serviría a su patria luchando en el frente. Para quitarse de en medio a aquella testaruda jovencita, su superior le dijo que tomaría una decisión y que volviese al día siguiente. Pero Milunka no iba a ceder, se puso en posición de firmes y dijo:

Esperaré aquí

Y allí permaneció en posición. Tras unas horas, y viendo la obstinación de aquella mujer por luchar, le ordenó volver al frente con su división de infantería. Durante 5 años no habría tregua para Serbia ni para la sargento Milunka, porque tras derrotar a los búlgaros en las Guerras Balcánicas estalló la Primera Guerra Mundial.

En diciembre de 1914, en la batalla de Kolubara, los serbios derrotaron a las fuerzas del Imperio austrohúngaro y nuestra protagonista recibió una nueva herida de metralla y la Orden de la Estrella de Karadjordje, la más alta condecoración civil y militar otorgada por el Reino de Serbia. Y no sería la única ocasión, en 1916 volvió a recibirla por capturar ella sola a 23 soldados enemigos en el río Crna. Pero no adelantemos acontecimientos, porque, a pesar de estos éxitos de Milunka, la guerra no iba bien y el ejército serbio se vio obligado a retirarse y evacuar a los civiles. Desde la costa fueron evacuados por barcos franceses y británicos hasta Corfú, donde se hizo balance de la situación: proteger a decenas de miles de civiles en aquella travesía había costado muchas bajas al ejército serbio y 7 heridas más a Milunka. En Corfú se reagrupó el ejército serbio y se unió a los franceses para seguir luchando. La fama de Milunka entre los soldados aliados fue creciendo día a día, a la misma velocidad que las condecoraciones recibidas: la Legión de Honor de Francia dos veces, la Orden imperial y militar de San Jorge rusa, la Orden de San Miguel y San Jorge británica y la Cruz de Guerra francesa. Como veréis, el reconocimiento a su valor fue internacional.

Savic, con las condecoraciones que logró y fue enterrada con honores miliares

Cuando callaron las armas, el gobierno francés ofreció a Milunka Savic instalarse en París y cobrar una pensión importante. Su única pretensión era regresar a casa, así que, amablemente, la rechazó. Se estableció en su tierra, conoció el amor, se casó y tuvo una niña. Divorciada al poco tiempo y olvidada por su país, tuvo que subsistir trabajando en lo que salía. A pesar de sus dificultades económicas, adoptó a tres niñas huérfanas de guerra. En 1927 encontró un trabajo estable como señora de la limpieza en un banco de Belgrado. Cuando las cosas empezaban a funcionar, ya que había sido «ascendida» a limpiadora de la oficina del director, estalló la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación alemana de Serbia fue encarcelada en el campo de concentración de Banjica por colaborar con la resistencia. Logro sobrevivir al campo… y, otra vez, a una guerra. Cuando finalizó la contienda, el gobierno serbio tuvo el detalle de concederle una pequeña pensión como reconocimiento a todos sus años defendiendo su tierra. Eso sí, tan modesta que no le permitió abandonar su vieja casa, casi en ruinas, en la que vivía con sus hijas pequeñas. En 1964, con motivo de la celebración de los 50 años del comienzo de la Gran Guerra, Milunka se presentó en el evento con su uniforme y con todas las condecoraciones que, como ya hemos visto, no eran precisamente pocas. De hecho, no había nadie entre los presentes con tantas y tan diversas. Cuando se conoció su historia, muchos se avergonzaron y la opinión pública y otros veteranos de guerra presionaron para que el gobierno, dada su difícil situación, le concediese un apartamento. Milunka moriría en Belgrado el 5 de octubre de 1973 a la edad de 84 años, apenas un año después de haber estrenado su nuevo apartamento. Fue enterrada con honores militares en Novo Groblje.