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Agosto Agosto
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Elena Gómez

No soy mucho de tirar de morriña cuando escribo estas líneas, pero ya se acaba este mes tan especial en el que todo el mundo cree haber vuelto a la normalidad y me he puesto a recordar mis mejores agostos. Tengo la suerte de pertenecer a la generación de la nevera de plástico y la sombrilla, de la pesca de cucharetas en el río con las cangrejeras puestas, del cine de verano con bocata de atún y tomate, de fiambrera de tortilla de patata y porrón de vino con gaseosa en la Fuente Cerrada, de tardes de piscina y guiñote, de siestas bajo los chopos, y de viajes en asientos de eskay cantando temas de Rocío Durcal y Juan Pardo.

Añorando aquellos veranos de infancia sosegada, me doy cuenta de que en todos los agostos bonitos de mi vida ha estado la familia. Y no me refiero solo a mi familia más cercana, con la que inevitablemente debía estar cuando era niña. Sino a esa otra, tíos y primos y abuelas, que vemos en ocasiones más especiales.

Casi todos tememos las reuniones familiares, de hecho han corrido ríos de tinta sobre los encuentros navideños. Sin embargo, agosto también es un mes idóneo para esos encuentros y, aunque estamos de vacaciones y relajados, el calor no siempre encaja con esas tensiones que de vez en cuando afloran y amenazan con arruinar algunos momentos que deberían ser inolvidables. Por eso, al igual que en la película de Tracy Letts, cuando llega agosto suelo sentir cierta mezcla de alegría y angustia.

Por fortuna, en la mayoría de las ocasiones lo pasamos bien y las tensiones se resuelven con abrazos sinceros. Y cuando todo se acaba, pensamos en el próximo encuentro, deseando que llegue pronto (sobre todo ahora, que sabemos lo que significa la distancia obligada). Yo no podría vivir sin mis familiares, son parte del paisaje de mis recuerdos más queridos y deseo que, por muchos años, sigamos tejiendo nuestras memorias.

Disfruten de lo que nos queda de este mes tan mágico. Y si en el camino se les cruza una discusión familiar, gócenla porque las diferencias entre nosotros son también la salsa de la vida.

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