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Como si nada Como si nada

Como si nada

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Elena Gómez

Hace ahora dos años escribí una columna desconfiada, al hilo de una pandemia incipiente, que fue tildada de alarmista por algunos. Sin embargo, el tiempo me dio la razón y eso es algo que no siempre me pasa. El problema es que en este momento estoy teniendo una sensación de ‘déjà vu’ en algunas cosas y no puedo evitar volver a ponerme en modo drama.

Veo a todo el mundo muy tranquilo, comentando el tema de la posible guerra con Rusia en conversaciones de barra o a golpe de tuit, opinando sobre geopolítica sin tener ni idea y sin ser consciente de la gravedad del asunto. La guerra es el estado natural del ser humano, aunque nadie la quiere cerca porque siempre puede llevar sufrimiento a los inocentes. Pero tengo la sensación de que no queremos ver que esta vez nos toca a nosotros.

España pertenece a una organización internacional cuyos pactos son de obligado cumplimiento y por eso nuestro Gobierno está aportando medios militares para la defensa de Ucrania. Eso es así y por mucho que deseemos la paz, no lo vamos a poder cambiar. Por otro lado, se está amenazando de forma bastante directa a la integridad de nuestro territorio, el europeo, por lo que las implicaciones son muy altas. Jamás se me ocurrirá analizar las causas y las consecuencias políticas o económicas de este enfrentamiento que afortunadamente todavía es diplomático. Pero en caso de que estalle una guerra, vamos a sufrir.

De entrada, presupongo la subida del precio de la energía -más si cabe-, y por lo tanto muchas dificultades para llenar la cesta de la compra. Y, si la cosa se recrudece, no sabemos hasta dónde será capaz de llegar ese que Gila llamaba "el enemigo". El golpe de la pandemia ha sido duro y este nuevo mandoble puede ponernos en una situación muy comprometida.

Mientras vemos las noticias, nos parece que los conflictos bélicos siempre ocurren lejos de casa. En España llevamos casi un siglo de paz, cosa rara en nuestra historia. En Europa, más de 80 años sin un bombardeo. Eso nos ha hecho despegarnos de la realidad y me preocupa la displicencia que mostramos ante ella. No es cuestión de entrar en pánico pero no podemos hacer como si nada. Quizá sea oportuno estar preparados. Ojalá me equivoque…

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