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Pre-juicios

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Elena Gómez

A pesar del pesimismo imperante, creo firmemente que las sociedades tendemos a mejorar. O por lo menos, a intentarlo. Por ejemplo, debemos felicitarnos por los avances en la protección a las víctimas de violencia de género o de abusos sexuales. Y todo ello a pesar de los descalabros políticos que de vez en cuando nos avergüenzan, como lo que está pasando con la ley del “sí es sí”.

No obstante, más allá de esto hemos conseguido, por fin, que se hable abiertamente de estos delitos y se esté perdiendo el miedo a denunciar. No hace tanto tiempo que se cuestionaba casi siempre a la víctima y el miedo al escarnio público era palpable. Por eso es necesario dar visibilidad a esta lacra que nos acompañará mientras seamos humanos.

Sin embargo, todos los avances sociales suelen tener un efecto péndulo que puede resultar a veces muy pernicioso. Cuando un tema es considerado de interés informativo, parece que los únicos hechos que ocurren son los que están en el candelero. De este modo, se influye en la sociedad para que esté alerta, pero muchas veces se nos incita a emitir juicios previos, en ocasiones muy injustos.

Estamos en un momento de opiniones tan polarizadas que todos nosotros (o casi) prejuzgamos a personas acusadas de delitos sexuales conforme a ideas preconcebidas. Hay quien ve culpables siempre que hay una denuncia, creyendo a pies juntillas a la presunta víctima porque es difícil entender que alguien juegue con algo tan sensible como esto. En el otro extremo están los que piensan que hoy en día es demasiado fácil denunciar y que, a priori, ningún hombre o mujer es capaz de agredir porque sí a nadie.

Todos tenemos prejuicios, es inevitable. Nuestro bagaje cultural se comienza a llenar desde el momento en que nacemos, pero debemos intentar no emitir opiniones antepuestas al trabajo de los profesionales en la materia: las fuerzas de seguridad del Estado y la justicia. Dejemos que las investigaciones sigan su curso y confiemos en que las consecuencias se midan por baremos objetivos y no por lo que aparenta ser una persona.

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