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Javier Lizaga

Gobernaba Aznar, estrenábamos el windows95, eso sí que era un programa y no el de Fiestas, e Indurain ganaba el Tour, era 1995. En lo musical, triunfaba Camela. Tranquilos que todo llega y, por fin, los veremos en Teruel, pagando, que mola más. Nada que ver con disfrutarlos gratis en una peña. Gracia poca, como dicen en Pepi, Luci, Bom…, pensarán de mi: “Qué gracioso el maricón, es de mi pueblo”.

Por esos 30 euros del camelo (chasco, según la Rae), y para que no digan que las propuestas culturales en la ciudad del amor son escasas, no hijo no, pueden pillar un bus y pirarse. Es la mejor opción cultural. Irse, por ejemplo, a Alcañiz. Allí celebran ¡dos! festivales en julio, y eso incluye a Juan Magan, Chimo Bayo, Pignoise, Sidonie, Veintiuno y otros 20 grupos menores. Debe ser el agua de allí, que decían los abuelos.

Por haber, hay festivales en Soria, Soria Rock, en Almazán (5.000 vecinos), e, incluso, en Pedro, una pedanía de Montejo de Tiermes, con 4 habitantes en invierno, donde este verano tocarán los Celtas Cortos. En la otra capital, Huesca, para las fiestas esperan 5 conciertos en los que gastan 220.000 euros, el doble que aquí. Qué casualidad. La única pregunta, mi señoría, es donde van ahora los dineros que se gastaban en el MIL Festival, los conciertos de la Feria del Jamón o el de Interpeñas. La oferta cultural de una ciudad no puede ser exprimir a los artistas locales.

Decía un poeta que él nunca tenía libros, porque los regalaba. Porque cuando uno va a una obra de teatro, un concierto o una fiesta y le gusta, se acuerda de las personas que uno quiere, y piensa: “como le gustaría esto a mi madre, mi hermana o, a mi padre”. Lo contaba Federico García Lorca cuando inauguró la biblioteca de su pueblo, y defendía que los hombres necesitan saber tanto como comer. Esa es la pregunta y la vergüenza cuando uno ve y oye la programación de otros lugares, ¿y esto en mi ciudad por qué no? No se despisten que hoy salen a la venta las entradas.