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Guía para (sobre)vivir Guía para (sobre)vivir

Guía para (sobre)vivir

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Javier Lizaga
A veces, cuenta más el tono que el mensaje, Pepe Mujica hablaba como uno imagina que lo haría Séneca. Cuadraba cuando decía que no era marxista, sino estoico. En una civilización, completaba, de gente que se autoexplota, que vende su tiempo para tener plata, plata para comprar cosas, cuando lo valioso es el tiempo. Las cosas no emocionan. Por eso, lo de estoico. Porque hay que resistir a la trampa. 

Hay 3.5 millones de uruguayos y gastan al año 26 millones de zapatos, especificaba para ilustrar el desequilibrio de este mundo, “ni que fueran ciempiés”, se reía.

Pepe tenía el corazón a la izquierda. No es una metáfora, es que le metieron 9 tiros y le quitaron el bazo y medio pulmón, y hacia allí se le desplazó. Como estarán las cosas que lo más revolucionario que le escuché es que vivir no es tener éxito, sino caerse y ser capaz de volverse a levantar. Pepe era como de la familia, hablaba despacio como mi abuelo y pegado a la tierra, como mi otro abuelo. 

Su única crisis como presidente de Uruguay fue porque no podía cuidar su campo. Somos tan tontos decía, que pronunciamos “tengo tierra” y será la tierra la que nos tendrá a todos. 

No cultivaba flores, solo verdura. Los vecinos de huerto de mi abuelo solo plantaban gladiolos, y eran para llevarlos al cementerio.

Si es difícil que lo escuchen a uno, es un milagro que sigamos escuchando a Pepe Mujica, ya fallecido. Al mismo tiempo es imposible escucharlo y no cambiar, escucharlo y levantarse igual. Oírle y no pensarse idiota. 

Se lamenta de que los jóvenes vayan ahora a ver vidrieras (escaparates) y te viene a la cabeza Cortázar. Aunque lo que más lamenta es que no sean optimistas, que se den por vencidos, “hay que comprometerse con la vida, hacer el trabajo que te toque con ganas”. 

Lo más hermoso de la vida es el tiempo perdido, establecía. Perder el tiempo para ganar la vida. 

Por eso, aunque haya muerto, Pepe sigue vivo.