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Los Olvidados Los Olvidados

Los Olvidados

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Javier Lizaga

Nada menos metafísico que un lunes de tormenta. Nada menos poético que una desescalada. Nada más desmotivante que un junio sin playa. Insípida, como un bacalao a remojo, está la actualidad. Tanto que la crítica política se basa estos días en que los niños no van al colegio, pero hay tan poca cultura que ya ni citan a Buñuel. Mandan un wasap y explican que van a dar clase en la terraza. En la terraza estaban Rajoy, Soraya y los Sorayistas (como Fito y los fitipaldis). Mientras Casado y los voxquimanos piden venganza por la moción, el que perdió el gobierno tiene pinta de celebrarlo, en plan “de menuda nos hemos librado”. Mariano es tan peculiar que igual lo de salir en pleno confinamiento era una celebración.

Hay que recordar que Mariano se quejó de que Nené, un contrabandista de Ribadumia, se hiciera allí alcalde de Alianza Popular. El cabreo del entonces (1983) presidente de la Diputación de Pontevedra acabó en el despacho de Fraga que le dijo: “Mariano, vete a Madrid, aprende gallego, cásate y ten hijos”. Cuidado con las patadas para arriba. Solo la memoria permite vislumbrar lo cerca que está la cagada del acierto. Por ejemplo, el aeropuerto industrial más reportajeado y aplaudido fue durante muchos años un “campo de cebada” para un diputado del PP. Claro que para ser justos era cuando el gobierno de Marcelino construía una chatarrería gigante para Lopez Soriano con dinero público. Con la sorna de que el gran empresario zaragozano dejó desierta la puja y tirados a los políticos con un aeropuerto y sin saber que hacer. Entonces empezó el acierto.

Cuenta Enric González que el primer aviso de la Guerra del Golfo fue la llamada de un jefe desde Madrid. Allí, en Dahran, se había ido a dormir. Todo lo que obtuvo fue un “han comenzado las operaciones” de la oficina de prensa en una noche calma. No se fien una mierda. Ni siquiera de los padres que piden escuelas. Tan triste como un político besando niños es un votante enseñándolos cómo una pancarta. Supongo que defenderán la conciliación, las ciudades amables, la jornada continua, la pedagogía y les dedicarán mucho tiempo. Espero que su problema no sea no tener donde colocarlos. Como diría Rajoy, antes de quejarse interroguen a los interesados si quieren volver.