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Javier Lizaga
A las 6:47 se apagan las farolas. La vida no es redonda. Pascua y llueve, lo poco que cumple, religiosamente, y pone penitencia, al ir a ver pasar santos de cartón piedra. Son las tradiciones.

Puigdemont, por ejemplo, ha cumplido con la suya de amenazar con la independencia. Empieza a parecer más castigo dejarle gobernar que detenerlo, aunque sobran los motivos que decía Ariel. Los políticos degradados a candidatos, insoportable, como cambiar de compañía de teléfono y, en consecuencia, faltan peaneros.   

Ni las vacaciones se respetan. Los padres nos enteramos hace dos días que los niños tienen festiva la semana que viene. No sabemos qué hacer, como Ayuso con su novio. Las relaciones se complican con las fiestas.

Lo malo de decir gilipolleces es que hay quien se las cree. Pagar impuestos no sirve para nada, menudo robo, proclaman los que tienen seguro médico y escuela concertada. No pagar (unos 350 mil) sirve para que te trinquen, por listo, muy patriótico, eso sí, muy de Selección nacional.
De Koldo al novio de la Ayuso, de la Gürtel a los Ere de Andalucía, como dice Ana Iris Simón, la política española se resume en un “habló de putas La Tacones”. Pasando por Pujol y familia.

Está el tema que Poncio Pilatos ha pasado a ser un político ejemplar, buena gente, que ya estaban malmetiendo los judíos. Lo de lavarse las manos sigue vigente, es lo que hacemos como sociedad mientras se comete un genocidio en Gaza.

Está patas arriba hasta Teruel, va tener que ir Jesús atado a la columna y mirando el gps, o los de la cofradía, para poder llegar a la cárcel.

Aunque el verdadero milagro es que reabra el puente de la Equivocación. Ha costado el doble y tardado el triple, iban a ser tres meses y ha abierto a los diez y sin rematar.

Así las cosas, si se animan, queda romper la hora, o cambiarla, y ya que resucite quien pueda, que el martes hemos quedado la cuadrilla.