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Nuria Andrés

Ha empezado 2024 y en esta nueva etapa hay algo que se mantiene intacto al paso de los años: Sigue habiendo gente que trabaja el 1 de enero. Ese día que parece estar concebido como anestesia para afrontar los 364 días restantes, supone una jornada de descanso y celebración solo para algunos. Al otro lado, hay policías, sanitarios, periodistas, hosteleros y también personal de limpieza.

Se cruzan por la calle unos y otros en esta primera jornada del año compartiendo la aciaga solidaridad de que el pasado 31 de diciembre, ninguno de los dos pudo trasnochar. Son, simplemente, trabajos. Ni uno es más fantástico que otro, ni mucho menos, uno es menos digno que otro.

La semana pasada, la ex alcaldesa de Pamplona, Cristina Ibarrola, dijo que prefería “fregar escaleras”, antes que “apoyar a EH Bildu”. Lo dijo sin ruborizarse en una rueda de prensa minutos después de perder la alcaldía. ¿Qué tiene de malo dedicarse a fregar escaleras?, ¿Acaso se entiende el mundo sin el personal de limpieza?

Se cumplen ahora cuatro años desde que la pandemia de la covid irrumpió en nuestras vidas. En ese momento, ¿Quién era capaz de cuestionar el papel de los que fregaban escaleras? Pero no es necesario utilizar siempre la pandemia como demostración de que las limpiadoras y limpiadores de este país ocupan una posición tan decente como los alcaldes, abogados, maestros o cualquier otra profesión.

No es un lapsus, ni un decir; es clasismo. Supone perpetuar la creencia de que aquellos que llevan maletín valen más que el resto y seguir en la convicción de que dedicarse a limpiar es un castigo. Si de verdad piensa que es un trabajo indigno como para ponerlo de ejemplo, supongo que, durante este tiempo que ella ha sido edil de la localidad, se habrá esforzado por mejorar las condiciones de estos trabajadores.

Para este 2024, harán falta discursos que reclamen esas oportunidades que generaciones anteriores no pudieron tener, que pidan que el acceso a la educación sea para todos igual; y necesitaremos políticos que acepten que fregar tiene mucha más dignidad que cualquier comentario clasista que lancen a cámara.

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