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Stanich Stanich
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Javier Lizaga

Aunque sea impopular quiero abrir el debate sobre si el 31 de agosto es el día más triste del año. Hay muchos motivos: se vacían los pueblos, se acaban las fiestas y vuelven los políticos, porque como dice Albert agosto no existe, pero es al revés, en agosto es él quien no existe. Hasta se disfruta más un agosto sin gobierno, ha habido discomóviles más allá de las 7 de la mañana.

Quizá el pesimismo es culpa de El libro de los filósofos muertos. Un libro que no recomiendo a nadie pero que me está encantando. Ya lo dice Maquiavelo que los seres humanos son ingratos, inconstantes, mentirosos y avariciosos de riquezas pero te quita las ganas de pensar cuando ves como mataron a golpes a Hipatia o quemaron a Giordano Bruno, total por decir que había muchos mundos. Pero sobre todo uno aprende que una cosa es pensar y otra dar ejemplo como le pasó a Tales que se cayó a una zanja cuando iba con una chavala a ver las estrellas y ésta le dijo: “¿Cómo estudias las estrellas, si no sabes lo que hay bajo tus pies?”. 

Yo soy partidario de seguir mirando a las estrellas, asumiendo que alguna hostia te das. Cuando Lisias, el farmacéutico, le preguntó a Diógenes si creía en Dios, le dijo: “¿Cómo no voy a creer si veo lo que le pasa a un desgraciado como tú dejado de la mano de Dios?”. Hay que declararse apóstol de Teruel y de agosto, aunque sea ahora que las noches se enfrían, se acortan y se acaban los conciertos. 

A mí agosto me deja tarareando “prefiero ser Bob Dylan que Manuel Campo Vidal”. Las sesiones en las que te inscribes en una secta tienen que ser algo así: 150 iluminados que nos sentimos únicos. Unos músicos estrellados y un público entregado, casi sobre el escenario, porque allí es difícil distinguir donde acaba el arte. Son las Noches del Jardín de la Fundación Amantes. Nos comimos a Ángel Stanich que previamente confirmó haberse comido a Gila, Bukowski y Janis Joplin. Mi amigo Jesús me gritó: “esto se merece una columna…”. Y yo le dije que sí, aunque no sé si quería que dijera que somos unos putos privilegiados por gritar al oído de un artistazo cuando en otros lugares tienen que hacer colas kilométricas, no sé si quería que dijera que agosto es una utopía que demuestra porque creer en Teruel o si simplemente quería que contase que hay que bailar como si nunca hubiera un septiembre y lo verdaderamente revolucionario es hacerlo con tus hijos y tu mujer.