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Javier Lizaga

Estos días en que todos los informativos abren con la vuelta al cole, la cuesta de septiembre o la operación retorno, me pregunto, por ejemplo, qué pensará Pascuala de Aguatón, que con 86 años me dijo que cómo iba a tener vergüenza con la de sitios en los que ha estado. Ella seguro me diría que somos una panda de gilipollas, o algo más fino, que ella es más educada que yo.  Pero me pregunto qué pensarán en ese pueblo de diez vecinos cuando anuncian que vuelven los atascos. O qué pensarán los chavales de Mezquita cuya vuelta al cole es subirse en un autobús y meterse kilómetros a diario cuando vean a los de uniforme de algún cole madrileño diciendo que les pesa mucho la mochila. Sin ir más lejos, este fin de semana crucé Soria en plena operación retorno y, de hecho, creo que me encontré un tractor más de lo normal, fueron dos en 164 kilómetros. 

Una de mis historias favoritas sobre la revolución industrial cuenta cómo los directivos de las primeras empresas mineras que se instalaron en España se hacían cruces. En Gran Bretaña para motivar a los mineros les pagaban los salarios semanalmente, y aun tienen una palabra específica. Aquí cuando aplicaron la medida, la mitad no volvió a la semana siguiente porque una vez recogidas cuatro perras gordas, les tocaba ayudar en casa y a sus parientes para no descuidar la cosecha, que era, decían, lo que les daba de comer de verdad. El problema lo solucionaron las empresas con los economatos, una especie de tiendas donde sólo podían comprar los trabajadores y sus familias. Les ponían precios bajos y hasta les fiaban porque una vez entrampados a los mineros no les quedaba otra que currar. Pongan Zara donde economato y piensen.

Cualquier día de hecho nos cobran por sentir un verdadero atasco de capital. Por sentirnos en el centro del mundo. O quizá sea al revés y un día los informativos cuenten todos a la vez que hay que cosechar el cereal y que vienen unas semanas de ir de culo o incluso que llega la “operación siembra” y hay mucho estrés. Hay tanta distancia de Madrid aquí que a veces pienso que no arreglan el tren para que algunos sigan sin verlo. Sin ver que se puede vivir de otra manera. Y que más que hablar de atascos nos gustaría hablar de los anestesistas que faltan, de los médicos que no vienen o de las carencias que tenemos, por ejemplo, en Sanidad. Porque eso es lo único que viene cuesta arriba.