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Las paniquesas Las paniquesas

Las paniquesas

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Javier Lizaga

“¿Dónde vas con esos ojos de paniquesa, que pareces una princesa?” Lo escuché y pensé que alguien quería pactar conmigo, que ya no sabes si te insultan o te piropean. Pero giré la cabeza y eran dos abuelas que cogían en brazos un chucho marrón oscuro, feo como un demonio y con pinta de que iba a ser torturado, pero con amor. Automáticamente mi mente perversa empezó a pensar en los visitantes de fin de semana, que, a veces, nos estrujan como las abuelas al perro. Es tiempo de rebollones, vayamos centrando el tema.

Me topé con la realidad en Mosqueruela. Van a pensar que soy un exagerado pero allí aseguran que lo de tirar basura es lo de menos. Los buscadores de setas rompen muros de piedraseca (patrimonio de la humanidad, por cierto), cortan las alambradas que evitan que las vacas salgan a la carretera o simplemente se pasan por el forro los carteles de finca privada que tiran al suelo. Así han tenido que montar lo de los cotos micológicos, porque encima lo que más les gusta es ir en masa, que se piensan que los rebollones funcionan como las rebajas.

La escena me recordó a la playa de las Catedrales de Ribadeo y pense que cualquier paraiso es susceptible de ser arrasado. Allí una vecina me contaba que una foto subida a instagram de un vecino viendo las estrellas desde un banco en un acantilado cortó durante días la carretera con los coches de los idiotas que buscaban la misma foto. Ya avisa Bauman de que hay quienes construyen su identidad y su status con marcas de ropa, por eso no me extraña que piensen que una foto prueba que tienen pasado, aunque tenga el mismo grosor y significado que el reverso blanco de esa foto.

Lambán dijo el otro día que hay mucho visitante de fin de semana que da soluciones y luego se va a su curro entre semana. Por eso quiero aportar mis soluciones también entre semana. Y la mía es empezar a cobrar entrada. La España rural va camino de ser el título de un parque de atracciones. Y cuanto más insoportables se vuelven sus ciudades, más huyen, más rápido salen el viernes hacia “el paraíso” de los pueblos. Hay que protegerse. En Valdelinares me contaron que uno de esos “amantes de lo rural de fin de semana” llamó insultando a los forestales porque  estaban talando unos pinos (subasta autorizada) y se cometía un ultraje contra la naturaleza. Cuando el verdadero ultraje era el suyo contra la inteligencia.