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Javier Lizaga

He de confesar que pertenezco a esa generación que esperábamos a la previsión meteorológica. No porque nos importaran tres pepinos sus vaticinios, sino porque así, al menos, escuchabas mencionar de pasada la palabra Teruel. Con la suerte, claro, de que hubiera caído una helada espectacular y rondásemos los -15. Como me dijo una vecina después de insultarme por ir a grabar un incendio en una vivienda de su pueblo: “Esto, ¿a qué hora sale?”. Vivíamos así, ávidos de pantalla.

Ahora somos la cuna de la despoblación y estoy seguro de que así se explicará en los libros de historia: Teruel inventó la despoblación. Sánchez y Casado, que han tenido a bien visitarnos en los largos prolegómenos de esta jodienda que es la campaña, lo dejaron claro. Primero nos pidieron estar orgullosos, luego soltaron una retahíla inacabable de medidas contra la despoblación, porque, eso sí, a nivel teórico la despoblación está dominada, cinco planes en cinco años. Si lo llevamos al plano médico, aquí está el primer desconcierto: hablarnos de buena salud pero recetarnos después tropecientos fármacos. 

Casado resumió en 5 minutos la campaña: llegó, se quitó la chaqueta en la plaza de la Catedral, alabó los melocotones de Calanda y se la puso en la calle San Juan. Sánchez, en cambio, llegó entre multitudes al Palacio. Eso sí, habían traído gente hasta de Castilla-La Mancha para aplaudir; qué tiempos aquellos en los que al menos te montaban una manifestación cuando eras presidente. La tercera visita fue de los radicales de derechas, esos que critican tanto a los catalanes que los imitan: porque tan imposible es la independencia como disolver 17 parlamentos autonómicos. Perjuraron “acabar con la solidaridad entre territorios”, ya saben, eso que justifica que lleguen aquí fondos especiales, y el público del Marín estalló en un aplauso. Supongo que pensaron que era otro monologuista de los que pasan por allí.

El más sincero fue Rivera, que expresó su deseo de que se hablase más de Teruel que de Cataluña, pero al salir de la entrevista siguió hablando de Cataluña. No es casualidad que todo empezase la noche de Halloween cuando vale disfrazarse, hasta con una bolsa de basura. Siempre me acuerdo de mi abuelo, que mascullaba insultos cuando oía hablar de las pensiones en la campaña. Esperemos que también se hable de Teruel después.