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Reírse Reírse
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Javier Lizaga

Lo cuenta Chaves Nogales, esos 9 días jugaban Juan y sus compadres al poker muy “alegrito”. Afuera no paraban los tiros. La última noche habían vuelto de bailar entre ráfagas de metralleta. 

Era la Revolución Rusa y la historia de unos cuantos españoles, bailaores de flamenco, a quien los días sangrientos los pillaron allí. Por la ventana veían como los bolcheviques arrasaban y con unas piezas de artillería bombardeaban el Kremlim desde el parque de enfrente. Juan dice que metía al poker más faroles, sabiendo que un obus errado le podía dar la vuelta a la partida.

Si quieren recomendaciones oficiales, demagogia de mercadillo o plañir en grupo han equivocado la columna. La irreverencia es la única norma. Hay una escena de La vida es bella que me fascina. El padre es conducido por los guardias ante la mirada de su hijo entre los huecos que deja la madera de los barracones, él cambia el paso como si fuera una gran teatralización y le tira una sonrisa. En plan, vamos a seguirles la corriente. El cielo o el infierno están en el mismo sitio, dentro de la cabeza de uno.

Les recomiendo, por ejemplo, El ojo y la navaja de Ingrid Guardiola, un libro que explica muy bien cómo nos engañan y nos dejamos engañar móvil en mano, pensando que vamos a cambiar el mundo con nuestros aparatos. Expone, por ejemplo, cómo los medios adoran y promocionan las desgracias y catástrofes, que les vienen de perlas para ensalzar aun más la promesa de felicidad de sus anunciantes. En plan, la vida es muy perra, date un capricho, joder. Igual por eso hay tanta gente desnortada, porque este año igual no hay primavera en El Tajo Inglés. 

¿No se dan cuenta? Podrían haber pasado un fin de semana de mal tiempo en casa y nadie lo hubiera llamado confinamiento, ni hubieran jodido al resto con millones de wasaps. En el extremo contrario, también se puede sonreír, hacer una fiesta para niños en cada casa aunque fuera atruenen los obuses, como contaba Juan, o aunque se prevean 50 días así, por delante. 

En medio, esta vez no está la virtud sino los que hemos ido a currar, sin ganas, pero por porque hay que hacerlo. No somos héroes. Hoy he visto también que los árboles empiezan a brotar ajenos a todo esto. Sencillamente, la vida siempre sigue.