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Carta a Pedro Picapiedra Carta a Pedro Picapiedra

Carta a Pedro Picapiedra

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Javier Hernández-Gracia

Muy apreciado Pedro. Me decido a escribirle, a sabiendas que el vórtice espacio tiempo no me garantiza que esta carta llegue a su domicilio. Ciertamente me urge comentarle algunos aspectos de lo que la sociedad actual está pasando, consciente de lo que difiere la vida en Rocadura con respecto a ciudades como Tarragona, Baracaldo, Elche o Teruel por citar algunos ejemplos improvisados.
La sociedad en la que nos encontramos vive en cuarentena, esto se lo digo así a bocajarro, pero es que no tengo ganas de buscar palabras más finas y delicadas. Las cosas son como son, nos asola un virus que obliga a adoptar una serie de restricciones como estar en casa, ya podrá imaginarse que no solo no podemos ir a la bolera -su distracción favorita- tampoco colegios, universidades y trabajos no esenciales están en funcionamiento. He de decirle señor Picapiedra que en las situaciones difíciles la humanidad saca lo mejor de sí misma y estamos viendo cuantiosos ejemplos de solidaridad desinteresada digna de todo aplauso. Le diré también que el personal en gran medida suele acatar las recomendaciones de no salir de casa salvo por cuestiones imprescindibles, básicamente ir a supermercado y poco más, aunque siempre hay corticos de entendederas que se auto-legislan estilo Paco Jones Losmíos.
Comentarle amigo Pedro que se viene demostrando que mi país tiene unos excelentes sanitarios, comprometidos en la lucha para salvar vidas. Se acordará usted que en cartas anteriores ya le había dicho que no terminaba de entender cómo formábamos grandes profesionales de la enfermería por citar un caso y tenían que marcharse fuera de nuestro país porque aquí no había trabajo. Recuerdo que usted me dijo que un eurodiputado eso lo calificó como turismo cultural, y tiene razón así lo calificó, pero recordará también como califiqué yo al eurodiputado, cosa que no voy a reproducir aquí porque usted ya conoce mi opinión al respecto. Lo que le quiero decir es que quizás en los últimos años aquí no se han hecho las cosas excesivamente bien respecto a la Sanidad Pública, ya sabe usted porque supongo que en Rocadura pasará algo similar, que hay cierta tendencia a olvidar que los servicios públicos no se miden por rentabilidades o mejor dicho, la mejor rentabilidad es que un ciudadano duerma tranquilo sabiendo que tiene perfectamente garantizada y con medios su asistencia en caso de enfermedad.
Me va a permitir que en este punto hable de las residencias de la tercera edad. Una sociedad justa debe velar por sus mayores, tan sencillo y simple como que su amigo Pablo Mármol jamás jugará en la ACB de Rocadura. Los mayores no solo son los que han construido lo mucho que tenemos sino que además son memoria viva de cosas que no debemos olvidar, usted que tiene algunos años más que yo, es consciente supongo que la inversión en el bienestar de niños y mayores es algo en lo que todo el mundo debería estar de acuerdo. Desgraciadamente hay quien ve todas estas cuestiones como oportunidades de negocio y, mire usted, yo no tengo nada en contra de las oportunidades de negocio pero no admito las que son viles y cuyo objetivo final es el dividendo favorable cueste lo que cueste aunque haya que sacrificar la calidad de vida de una persona mayor, por ahí no paso, porque querido Pedro, atender la indefensión nos hace grandes. Estos días que estaban destinados al redoble y desfile de pasos procesionales en estación de penitencia, pienso una cosa, que un día hable con un obispo (ya sé que dirá al leerme que tengo amigos muy raros) conveníamos aquel hombre y yo que adornos, oropeles y floridas demostraciones de poderío no están reñidas con voluntariado y aportación a los demás; al contarle esto me quedo tranquilo porque como la conversación era con un Obispo nadie me puede acusar de anticlerical, bolchevique o mercenario contra las tradiciones. De lo único que me pueden acusar es de hablar con los dibujos animados, me temo que usted Picapiedra de Rocadura es claro ejemplo.
Usted y yo sabemos de lo mucho que al gentío le gusta el divertimento, yo mismo me he divertido mucho escuchando sus andanzas con su buen amigo “El enano”. Yo también conocí a un enano, pero le aseguro que este difería bastante de su amigo Pablo, esa es otra historia y tiempo habrá de participarle de ella en otra carta. Le hablaba del divertimento, hay quien piensa entre los  ungidos de la clase dirigente que está todavía muy en vigor eso del Pan y Circo, hoy la versión se ha modernizado yo la titularía “barra y grifo de cerveza”, la marca sería lo de menos y esto narrando todo lo anterior Pedro me preocupa, porque cuando salgamos de ésta, habrá que pensar en que el individuo no es un número, que el bienestar no es un slogan -una aspiración- y cosas como el campo, el pequeño comercio, la limpieza, los que limpian, y cómo no el cuidado de nuestros mayores o nuestra salud, forman parte de nosotros. Pero me permitirá siendo como es usted padre de la pequeña Pebbles, remarcar la importancia de enseñar y de aprender, porque es otra cosa que desgraciadamente se ha demostrado a diferencia de su querida Rocadura, hay mucha pero mucha gente que es muy fácil de engañar y la educación es la vacuna perfecta contra ese engaño. Espero que cuando salgamos de esta sea un bien de primera necesidad mucho más que el móvil y las compras compulsivas.
En próximas cartas le cuento cómo hemos quedado tras el confinamiento, muchos recuerdos a Vilma un fuerte abrazo y ya sabe Yabb Dabba Doo