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Correr Correr
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Javier Lizaga

Como todos, pertenezco a una secta. Ya saben gente normal cuyo raciocinio se desconecta en un campo. La nuestra se dedica a madrugar y salir a correr. Hacía 49 días. La cuenta no es mía, sino de Isi (uno de los maestros de la secta) que cada una de estas 7 semanas nos ha enviado puntual el relato de un recorrido que solo hemos pisado con la imaginación. Todo entre citas de Machado, Cervantes y un pulido conocimiento del Mansuetos, el río Alfambra y demás parajes que otros conocemos como “el camino de detrás”. A ustedes les parecerá una locura, a mí un privilegio. Un regalo de palabras y tiempo que vale más que un billete.

Me acordé de una de sus crónicas, una que hablaba de sentir el frescor rodeado de ababoles, cuando volví a salir este sábado. La jornada fue como una primera cita a los 18: ilusión, al principio, fatal, al final. Entre medias, sin embargo, me dí cuenta de por qué corro. Cuando por fin me quedé solo,  al pisar la alfombra de hojas y ver amanecer entre los chopos, por unos segundos, me vi con una bici, con once años y a toda velocidad por el camino de La Moratilla. Y pensé que la libertad era eso, despreocupada e ignorante, como las ideas de Platón que son imposibles de alcanzar.

Disfruten del confinamiento que se acaba. No me miren así. Las ciudades sin ruido. La hierba creciendo por todas partes y los animales recuperando terreno. Visto así la verdadera plaga, a veces, parecemos no- sotros. Tiene algo de perverso que nos alarmemos ante las multitudes saliendo a hacer deporte. Me pregunto si quizá simplemente es que las ciudades están hechas más para trabajar que para pasear. Lo llaman síndrome de la cabaña y creo que he empezado a sentirlo. Lo descubrí con Patricia Gosálvez, busquen La culpa de estar a gusto en casa.

Al principio no quería admitirlo, menos confesarlo. Cómo decir “pues me está encantando”. Despertar sin que te persiga el reloj y persigas tú a dos niños, correr a todas partes y llegar casi tarde, pelear para cumplir tu horario laboral, pelear, sí. Ahora tiempo juntos, tiempo para leer, tiempo para hablar. Si ya sé “tú que antes salías, tú que antes molabas”. Echaba de menos el aburrimiento, como dice el protagonista de Years and Years. Creo que no quiero volver a la normalidad. Al menos a la misma. Lo saben bien los corredores. Allí decimos que se trata de correr pero sin mirar el reloj.