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Nuevos purpurados Nuevos purpurados

Nuevos purpurados

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Javier Hernández-Gracia

Con un solemne “Extra omnes” se cierran las puertas de la Capilla Sixtina y da comienzo el conclave, Purpurados (cardenales que visten de rojo purpura recordando la sangre derramada por Cristo) los príncipes de la iglesia comienzan la misión de elegir Papa. Una vez descrita la significación del Purpurado en la estructura eclesial, ocurre que ese concepto de Individuo supuestamente elevado ha ido trashumando con el devenir de los tiempos a las modernidades sociales.
Hoy tenemos variopintos ejemplos de Purpurados, aunque lejanos al boato de túnicas, dalmáticas, solideos o fajines, variedad y ejemplos dignos de mención. Tenemos al Purpurado que liga su suerte a un personaje de la vida pública y política, bajo su regazo crece y se protege, trazando un paralelismo con La Vida es Sueño. Calderón diría que se instala en el deliro de sueña el que a medrar empieza y con los años sigue cual Segismundo con el Sueña el que afana y pretende. Y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, mientras el resultado de los pactos sean favorables. Este Purpurado generalmente instalado en el buen rollito ahí seguirá, eso sí con cierta sordina, no sabemos si porque es su carácter o porque tampoco hay mucho donde pensar.
Otro tipo de Purpurado es el que no tiene una ideología preeminente, vamos que es de muchas o de ninguna, pero sí tiene un rasgo -es pijo- y con aspiraciones a que su actitud cree tendencia; crear tendencia es lo máximo para un pijo y es por ello que el Purpurado Pijo ordena cómo marcar estilo, se convierte en un Petronio del supuesto buen gusto o actuación social; además este tipo de Purpurado ha instalado su gesto con un “soy guapo a rabiar” y vivo fuera, por tanto cuando regresa arenga con un discurso eminentemente pijo porque en la desdichada periferia se supone que no conocen ni practican lo más chic, aquel afán en ponerse mon@ y destacar en las bodas en los setenta: “Como en el pueblo no hay Corte Inglés”.
En el lado contrario y lejos de estilo tendencia y otros adjetivos del rico castellano se sitúa el Purpurado Desarrapado. Puede llevar el mismo pantalón 15 días seguidos al igual que la camisa, practica un lenguaje algo pasado de moda, tiene una brutal posesión de la verdad más absoluta, desconoce oficio y manera ¡Pero qué más da! La posesión de la verdad es el salvoconducto y por supuesto la predilección por la parte del tablero que más interesa, ciertamente siempre suele ser la misma, total que con cuatro imágenes, dos peloteos y dos “baratos” al que paga, el desarrapado se ha sacado el carnet de Purpurado aunque cada noche mira debajo del colchón, donde guarda su ignorancia y comprueba que sigue ahí a buen recaudo.
Por último, sumo interés presenta el Purpurado Absoluto, esto de absoluto es porque lo sabe todo, tiene la posesión de la verdad en el bolsillo (vende que en el izquierdo pero está en los dos). Este Purpurado es como El último Emperador en el Salón Celestial de la Ciudad Prohibida: gobernando, dictando y legislando con la inspiración de los dioses y las musas. Se mira al espejo y su imagen es perfecta, su oratoria es perfecta, su pasado es perfecto, su futuro lo es también, él es el Emperador, alguien le tendría que decir que ya no tiene la potestad imperial, pero aunque los hay que se atreven, su majestad vive en el imaginario palacio de las redes y saca el grueso calibre de su voraz lenguaje. 
Aunque ya no hay Salón Celestial, ni Ciudad Prohibida, ni nada, ni decorado y cualquier evocación a Bertolucci queda lontana. Las nuevas ventanas que el siglo XXI proporciona dan presencia al Purpurado Imperial en toda su magnitud. Desde ese pulpito en red se nos recuerda que el mundo está en las peores manos, vamos al desastre total. Cada noche cuando se va a dormir el Purpurado Absoluto, levanta el colchón por que tiene el pálpito de que Pablo Iglesias puede estar debajo de la cama. Para este tipo de Purpurados el demonio tiene varios nombres, pero carecen de importancia, porque lo verdaderamente crucial es su certeza, que es una, trina e inequívoca, asentada con un permanente  ya os lo decía yo.
Y es que como certifica La Vida es Sueño: Sueña el que agravia y ofende. Y lo dicho anteriormente: y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende.