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Sísifo Sísifo
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Javier Lizaga

Como diría un columnista bueno, de esos de Madrid, la realidad se parece demasiado al mito de Sísifo. Ya saben como se las gastaban los dioses griegos, este tipo les cabreó y le condenaron, después de cegarlo, a subir un peñasco hasta la cima de la montaña, para que volviese después a caer rodando hasta el valle y volver a empezar. 

El mito, además de recordar la lógica de una noche de cubatas, es aplicable a estas semanas. Por ejemplo, la agudeza con la que repetíamos a principios de marzo “el coronavirus es una gripe” se parece mucho a las eufóricas campañas turísticas y su viva España, cuando la noticia siguiente es el aumento de contagios. 

En un mes y medio (no llevamos más) de libertad condicional ya nos ha dado en Aragón para culpabilizar primero a los jóvenes, que parece que vivamos en Magaluf y no en una ciudad con más residencias de ancianos (cinco) que discotecas. Y después a los inmigrantes, resulta que el barrio de Delicias debe de ser el problema de todo Aragón, cuando ciertamente no lo es ni de Zaragoza, porque sus indicadores denuncian más el envejecimiento que la inmigración. Mira que soy futbolero y no me esperaba que Zapater fuera el que mejor lo resumiera: “resulta insoportable la improvisación en la que vivimos, la falta de organización y la negligencia de quienes gobiernan”. 

Sigo sin entender por qué no se frenan los brotes pueblo a pueblo, por zonas, y con rapidez, en lugar de aplicarnos a todos los aragoneses las mismas restricciones, con el mismo sinsentido que tenía comparar en abril Madrid y un pueblo de 20 habitantes. Ya está Sísifo con la piedra para arriba otra vez, otro absurdo. Las cifras dan la razón a todos. Me gustaría mejor que me contaran si el problema no es la falta de medios, llámese un hospital de más de 65 años. Tengo un amigo que me dice que no escriba columnas pesimistas. 

Milena Busquets contaba que su madre le explicó con un cuento la muerte de su padre. Un rey sabio reunió a los filósofos y les pidió una frase que sirviera siempre. Solo encontraron una: “También esto pasará”. La felicidad o el dolor, todo pasa. Quédense con esa certeza. Por eso cegaron los dioses a Sísifo, para que no disfrutara de la cima.