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Cerdán y Cía Cerdán y Cía
EFE

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Javier Lizaga
Al igual que pasó con Cuéntame, a punto de convertirse en Regreso al Futuro, entiendo que Santiago Segura no se atreva a continuar con Torrente, para que Koldo o el PSOE no le acusen de plagio. No es la corrupción, es que los que traten de engañarte sean idiotas, analfabetos funcionales, lerdos, ineptos, y maleducados. Eso indigna. En Occidente, ya no exportamos valores, sino su parodia, decía Baudrillard. 

Oídos los audios y las cuentas que sacan entre Cerdán y compañía, sus traiciones y sus insultos por la espalda, solo cabe concluir que adjudicaba obras gente que le va justo para sumar llevando. Uno piensa en los 20 años de retraso que acumula la A-68 o en las aceras de la avenida Sagunto y recuerda el “¿tienes algo de emergencia?”, que traducido es “adjudica por vía de urgencia y trincamos”.

La indignación es similar a la que provoca ese mundo de mesas de contratación y asesores. Ese personal de confianza con el que los políticos, en general, cubren su absoluta ignorancia sobre lo que gestionan. Pagamos doble: por medrar y a sus colegas por gobernar. A veces, los amiguetes tienen problemas para hacer la ó con un canuto. Pongan al más tonto al frente y luego a ver qué hacemos, con la dana o la pandemia. 

No disculpen, por favor, a los empresarios que pagan cada uno de los sobornos. Esa es otra parte del país que también da asco. Rodrigo Terrassa, en un maravilloso libro sobre la corrupción en la Comunidad Valenciana, usa el ejemplo del críalo, un pájaro que deja sus huevos en el nido de otro, para que se los cuide, o si no le mata a sus hijos. O aceptar al parásito, o salir perdiendo, cerrar el pico, porque si no perdemos todos. La mafia.

Ya que hemos perdido el futuro, no perdamos el tiempo, apunta Marina Garcés. “No tengo ni para pagar las cuotas de la hipoteca” confiesa Abalos en un momento de la conversación. Quizá sea el momento que espera Santiago Segura, o una vuelta a Los bingueros. Aunque más que risa, dan ganas de llorar.