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¿A mi no me espía nadie? ¿A mi no me espía nadie?

¿A mi no me espía nadie?

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Fabiola Hernández

La soberbia es la gran flaqueza del ser humano, tanto que ocupa el primer puesto entre los pecados capitales católicos. (No es que yo conceda especial legitimidad a este listado de debilidades humanas, pero sin que sirva de precedente, esta vez estoy de acuerdo) La vanidad dio origen a todo un mito, el de Narciso; el joven griego que se ahogó en las aguas del lago en las que de tanto admirarse acabó enamorándose de sí mismo. Y en la retahíla de sinónimos de la RAE, el endiosamiento es el grado máximo. Ahí quería yo llegar: entre dioses modernos y pecados antiguos anda el juego Pegasus.

En sus decenas de ramificaciones, observo (y no hace falta perspicacia de espía para ello) un llamativo efecto colateral: la sutil complacencia humana por ser lo suficientemente importante para que algún servicio secreto se fije en ti. Quienes hemos pasado media vida en pueblos muy pequeños sabemos lo que otros han descubierto a través de las redes sociales: se paga un precio muy alto por ser el foco de todas las miradas. En una población de 200 habitantes, no te colocas voluntariamente en el centro de atención; naces en él. En el resto de los casos es una elección. Incluso quienes se quejan de su fama, no deberían negar que experimentan el íntimo placer de sentirse especiales.

Ser presidente del gobierno, lideresa en funciones de la oposición o cabeza visible del movimiento por la insatisfacción perpetua, no te obliga a aceptar que eres objeto legítimo de espionaje, pero tampoco debería convertirte necesariamente en protagonista de la ficción más comercial de la temporada.

Estarán pensando que frivolizo con un asunto capital para esta democracia que tanto nos está costando consolidar. Tienen razón, lo hago. En la vida es fundamental saber relativizar, siempre en el momento adecuado, y este seguramente no lo es, pero me pregunto cuánto hay de arrogancia, o como se dice ahora, de postureo, y cuánto de sincera preocupación por la salud democrática en el último de los escándalos políticos que nos sacuden.