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El debate nacional El debate nacional

El debate nacional

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Fabiola Hernández

Desde la estupefacción que me da el sentido común, uno de mis grandes tesoros familiares, escucho con desconcierto los debates nacionales. Navegando en el mar de dudas en el que sobrevivo desde que nací y con mi pasmada admiración hacia quienes solo se mueven entre certezas absolutas, asisto a acaloradas discusiones que suelen empezar o terminar con el consabido: “esto lo fomentan los medios de comunicación porque el gobierno los manipula para que no se hable de lo que realmente importa”. Como si los ciudadanos no tuviéramos la capacidad de cambiar de canal en el salón o de conversación en el bar.

El rey emérito viene y se va, mientras Ferrovial se traslada a Países Bajos y Ana Obregón amenaza con fijar su residencia en Estados Unidos si no se le permite inscribir a su hija/nieta en el registro civil español. ¡Qué empeño más absurdo teniendo en cuenta lo devaluada que parece estar españolidad! Vaya por delante que Juan Carlos de Borbón hasta el momento ha ido sorteando causan judiciales sin una mancha en su expediente penal, la gran constructora se acoge a leyes europeas vigentes y la Obregón pretende lo mismo que miles de familias que han fiado su capital a la humanidad de jueces que fallan en favor de menores a los que no quieren dejar desamparados. Si no tienes capital que fiar, tu realidad es otra. Y sobre eso no oigo discutir. Bares, ascensores, peluquerías y oficinas aguantan estoicas las argumentaciones de platones y aristóteles tirando de soflamas estomacales sin una sola alusión a las leyes que nos hemos dado para intentar gobernar esta sociedad cada vez más ingobernable, ni a la necesidad de cambiarlas si no salvaguardan los derechos de la mayoría, es decir: los que no entramos y salimos del Código Penal, con la misma facilidad que del aeropuerto de Barajas. Pocas cosas me parecen más incomprensibles que los argumentos de un pobre defendiendo los privilegios de un rico. Supongo que solo están allanando el terreno para cuando les caiga la lotería.