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Vivir sin agua Vivir sin agua

Vivir sin agua

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Fabiola Hernández

Cuando yo era niña, en agosto, abrías el grifo y no salía agua. Así fueron los veranos de mi infancia. La fuente de María Salvador abasteció a Villalba Baja durante décadas, pero solo once meses al año. Había uno en que su generosidad no era suficiente para llenar las piscinas, regar los jardines y los huertos domésticos de quienes entendían que el agua era un bien ilimitado (y por aquel entonces, gratuito) del que podían disponer a su antojo sin ningún tipo de responsabilidad, mientras quienes vivíamos allí todo el año, hacíamos milagros para arreglarnos con dos horas al día.

Recuerdo perfectamente como mis padres vigilaban cada gota que usábamos. Años después, observé orgullosa como mi hijo supervisaba que no rebosara ni una cuando ponía las ollas a remojo para fregarlas con más facilidad.

En mi casa, el agua siempre ha sido sagrada, tratada como el regalo más preciado con el que hemos sido bendecidos. Será por eso que literalmente me duele ver a alguien que se lava los dientes con el grifo abierto, que se ducha durante veinte minutos o que se empeña en tener el césped verde brillante en un país de clima árido como el nuestro.

Como siempre, la Historia, de la que no aprendemos, vuelve para reírse de nosotros. Inmersos en una severa sequía que amenaza con agudizarse, nos desgañitamos pidiendo ayudas para paliar las pérdidas económicas que provoca. No digo que no sean justas, al contrario, pero no nos podemos beber los billetes.

El dinero, tan mal repartido, es imprescindible para mantener nuestra forma de vida, el agua es sencillamente básica para sostenerla y solo el 0,007% de la que hay en el planeta es potable. Desde los años noventa, se vaticina una tercera guerra mundial por el agua; la primera está datada en Mesopotamia hace 4.500 años. Ojalá nadie tuviera que aprender a vivir sin agua como hicimos en Villalba Baja en los ochenta; no les sorprenderá si les adelanto que no se puede, pero quizás habría que buscar a un futuro ministro o ministra del agua entre quienes sabemos lo que se sufría allí en aquellos años.