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Cuando dos pelitos no son solo dos pelitos Cuando dos pelitos no son solo dos pelitos

Cuando dos pelitos no son solo dos pelitos

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Joan Izquierdo

“Doctor, ¿esto es normal?”. María me lo preguntó mientras señalaba, casi avergonzada, dos pelitos oscuros que habían decidido instalarse en su mentón sin avisar. A veces aparecen en el mentón, otras en las patillas, y casi siempre acompañados de mucho pudor. El vello facial femenino sigue siendo tema prohibido en demasiadas conversaciones, a pesar de que es mucho más habitual de lo que creemos. Pero cuando ese vello se vuelve más grueso, más oscuro y aparece en zonas típicamente masculinas, estamos ante lo que se conoce como hirsutismo.

Lo curioso es que hablamos de algo que afecta a entre un 5 y un 10 % de mujeres, quizá más si contamos a quienes prefieren callarlo. Y, aun así, la reacción inicial suele ser la misma: “Seguro que es estrés”, “a mi madre también le pasa”, “me hago mayor”. Ojalá todo fuera tan simple, pero detrás del hirsutismo casi siempre hay una historia hormonal.

Porque sí, el vello también tiene sus protagonistas: los andrógenos, esas hormonas que solemos asociar al hombre pero que también están presentes y cumplen funciones en la mujer. Cuando aumentan en exceso o cuando la piel se vuelve más sensible a ellos, algunos folículos pilosos reciben la orden de “cambiar de categoría”: del vello finito y suave al vello terminal, más grueso y visible.

Y aquí entra en escena un viejo conocido: el síndrome de ovario poliquístico (SOP). Es la causa más frecuente de hirsutismo, y suele venir acompañado de menstruaciones irregulares, acné rebelde o dificultad para perder peso. Pero no es el único culpable. También puede deberse a alteraciones suprarrenales, resistencia a la insulina, ciertos medicamentos o, en casos muy poco frecuentes, a tumores que producen andrógenos.

Permitidme por favor un pequeño momento de “tecnicismo médico”. En la base del folículo piloso está la papila dérmica, donde la testosterona se transforma en dihidrotestosterona (DHT), la versión “turbo”. Esa DHT se une a receptores muy específicos y activa el crecimiento de un pelo más fuerte. Y esto explica algo que todas conocemos en la práctica: dos mujeres con hormonas similares pueden tener grados muy distintos de vello porque, en realidad, la sensibilidad del folículo es la que lo marca.

Diagnosticar el hirsutismo no es solo mirar. Es preguntar por la regularidad menstrual, solicitar análisis hormonales, valorar la distribución del vello e incluso recurrir a una ecografía si sospechamos un SOP. Utilizamos herramientas como la escala de Ferriman–Gallwey para cuantificarlo. No es perfecta, pero ayuda.

¿La buena noticia? Que tiene tratamiento. Y tratamiento eficaz, además.

Los anticonceptivos combinados suelen ser la primera línea cuando hay desajuste hormonal, porque reducen la producción de andrógenos. En algunos casos utilizamos medicamentos antiandrógenos, siempre con supervisión médica. Y, cómo no mencionarlo, la depilación láser sigue siendo la reina del baile: funciona especialmente bien en vello oscuro y permite resultados duraderos que brindan auténtica libertad a muchas mujeres.

Luego está el día a día: exfoliar con suavidad, utilizar pinza o cera si así se prefiere, cosmética especifica… Todo válido. Lo importante es que desaparezca el tabú, no el vello.

Porque hablar de hirsutismo no va de estética; va de salud, de hormonas y de bienestar. Va de permitir que mujeres como María entren en la consulta sin sentir que exageran por dos pelitos. O por veinte. Va de recordar que el cuerpo, a veces, solo está intentando contarnos algo.

Y si esos dos pelitos aparecen un día en el espejo, que no cunda el pánico: son comunes.