

Mi amiga Marta que tiene 34 años, decidió que necesitaba un cambio radical. Después de una ruptura y una maratón de series coreanas, se presentó en la peluquería con una foto de su ídolo de K-pop y una frase categórica: “Quiero esto”. Tres horas después, salió con un rubio platino impecable, una autoestima renovada… y un pelo que sonaba como las hojas secas de otoño al peinarlo. A las dos semanas, ese brillo cegador había desaparecido, y el espejo le devolvía una melena apagada, áspera y sin vida. “¿Qué ha pasado con mi pelo?”, me preguntó, como si la culpa fuera del champú o de Mercurio retrógrado.
Y aquí entra la ciencia capilar: teñir y decolorar no es como maquillar el pelo, es como abrir la puerta, vaciar la nevera, quitar los cuadros y pintar por dentro. Literalmente. Tanto los tintes permanentes como las decoloraciones modifican la estructura del tallo piloso, especialmente la cutícula (la capa externa protectora) y el córtex (la capa intermedia donde está la melanina y que determina el color). La decoloración, en particular, actúa como un pequeño “ácido” que abre las cutículas y oxida los pigmentos naturales. Eso debilita las proteínas (como la queratina) que le dan fuerza y elasticidad al cabello.
El resultado: un pelo más poroso, que pierde agua y nutrientes con facilidad, y que se vuelve más frágil, seco y opaco. Como Marta, muchas personas descubren tras el cambio de look que el color puede ser bonito, pero mantenerlo saludable es otro cantar.
¿Se puede evitar este drama capilar? No del todo, pero sí minimizarlo. Aquí van algunas claves para cuidar el cabello teñido o decolorado:
1. Usa champús y mascarillas específicos para cabellos tratados químicamente. Estos productos están especialmente formulados para mantener el color y nutrir el pelo.
2. Reduce el uso de calor. Secadores y planchas actúan como un horno ya que lo resecan. Usa protectores térmicos siempre.
3. Haz tratamientos hidratantes y reparadores una vez por semana. Las mascarillas con proteínas, aceites y ceramidas ayudan a reforzar la cutícula. El ácido hialurónico capilar o el aceite de argán también son tus aliados.
4. Corta las puntas frecuentemente. El pelo dañado no se recupera del todo; lo mejor es sanearlo para evitar que se quiebre.
Dato curioso: los tintes capilares no son cosa moderna. En el antiguo Egipto ya usaban henna para cubrir las canas y los romanos utilizaban una mezcla de plomo y vinagre (nada recomendable hoy, por cierto). Pero el primer tinte sintético lo descubrió un químico llamado William Perkin en 1863… ¡por accidente! Buscaba una cura para la malaria y terminó creando la primera tintura violeta comercial.
¿Moraleja? El cabello teñido puede ser maravilloso, pero requiere compromiso. Como toda relación a largo plazo. Y si vas a dar el paso, hazlo informado, con buenos productos y mejor asesoramiento. No te fíes solo de Pinterest o del filtro de Instagram.
Consejo final del tricólogo de guardia: si te tiñes el pelo, no olvides aplicar una mascarilla nutritiva tras cada lavado y usar protector solar capilar cuando vayas a estar al aire libre. Porque sí, el sol también decolora. Tu pelo merece el mismo mimo que tu piel.