

María llevaba meses probando champús de todo tipo: para dar volumen, para reparar puntas abiertas, para fortalecer, incluso alguno con ingredientes exóticos que prometía un cabello digno de los que vemos en televisión. Y sin embargo, cada mañana al peinarse, notaba lo mismo: el pelo apagado, con más grasa de la que recordaba y un picor molesto que la obligaba a rascarse sin remedio en las reuniones. Un día, su peluquera, con muy buen juicio, le dijo: “María, estás cuidando el pelo, pero te estas olvidando de la base”. Y ahí comprendió que había dedicado toda su atención a la melena y ninguna al cuero cabelludo, esa base olvidada que sostiene todo lo demás.
La historia de María es más común de lo que parece. Hablamos mucho de brillo, suavidad y tratamientos capilares, pero rara vez pensamos en la “tierra” de la que nace nuestro cabello. El cuero cabelludo, aunque lo veamos como un simple soporte, es piel, y como tal puede enfermar, irritarse o dar señales de alarma. Lo curioso es que muchas veces no prestamos atención hasta que los síntomas se vuelven demasiado evidentes.
Al igual que una planta necesita un soporte sano, el pelo necesita un cuero cabelludo equilibrado. Estas son algunas de las señales que conviene no pasar por alto:
Picor persistente: un ligero cosquilleo de vez en cuando es normal, pero si el picor se convierte en algo constante puede indicar sequedad, dermatitis seborreica o incluso reacciones a productos inadecuados.
Exceso de grasa: que el pelo se engrase con el paso de los días es fisiológico, pero cuando notamos que al poco de lavarlo ya luce apelmazado, puede haber un desajuste en la producción de sebo.
Descamación: las típicas “escamas” blancas en los hombros pueden ser simples restos de piel seca… o el signo de una caspa más persistente, que en ocasiones requiere tratamiento específico.
Dolor o sensibilidad al tacto: no es normal que acariciarse la cabeza nos duela. Este síntoma puede deberse a inflamación, tensión muscular o a problemas cutáneos subyacentes.
Enrojecimiento o pequeñas lesiones: si al mirarnos al espejo encontramos zonas rojas, costras o granitos, no conviene ignorarlos. Muchas veces son consecuencia de irritaciones, pero en otras pueden ocultar patologías dermatológicas.
Cada uno de estos signos no siempre indica una enfermedad grave, pero sí nos recuerda que la piel del cuero cabelludo merece tanta atención como la del rostro.
En nuestro caso el cuidado del cuero cabelludo no tiene por qué ser complicado, pero requiere constancia y algunos cambios de hábitos.
Higiene equilibrada: lavar el pelo no es un castigo para el cuero cabelludo, al contrario. El exceso de tiempo sin limpieza acumula grasa, sudor y restos de productos que pueden irritar la piel. La clave está en encontrar la frecuencia adecuada para cada persona (hay quienes necesitan lavarlo a diario y quienes pueden espaciarlo más).
Productos adecuados: no todos los champús son iguales. Los formulados para cuero cabelludo sensible, con agentes calmantes y sin sulfatos agresivos, pueden ser grandes aliados. Conviene también recordar que un champú se aplica en la raíz, no en las puntas.
Masaje suave: al aplicar el champú, un masaje con la yema de los dedos activa la circulación, ayuda a limpiar mejor y evita la agresión que supone rascarse con las uñas.
Evitar el exceso de calor: secadores y planchas son útiles, pero el calor directo y prolongado puede resecar y dañar tanto el pelo como la piel que lo sostiene.
Atención a la alimentación: lo que comemos también se refleja en el cuero cabelludo. Una dieta equilibrada, rica en proteínas, frutas, verduras y ácidos grasos saludables, contribuye a un entorno cutáneo sano.
Consultar cuando toca: si los síntomas persisten pese a los cuidados básicos, es momento de visitar al médico o dermatólogo. La automedicación con champús milagro rara vez resuelve problemas de raíz.
Pensamos en el rostro y enseguida hablamos de hidratación, protector solar y rutinas de cuidado. Sin embargo, justo unos centímetros más arriba, olvidamos que la piel sigue estando ahí, cubierta de pelo, sí, pero con las mismas necesidades. Prestar atención al cuero cabelludo es, en definitiva, apostar por la salud de todo el cabello.
Porque al final, como le ocurrió a María, de poco sirve solamente mirar el pelo si no nos fijamos en el cuero cabelludo. Este es la base de nuestra melena y cuidarlo es el primer paso para que el pelo luzca sano, fuerte y con vida.